209 Los
domingos cavilar
Preparar la
guerra
Fernando Merodio
06/03/2022
"Si vis pacem, para bellum" "Si quieres la paz, prepara la guerra"
(Máxima latina atribuida a Julio César)
"Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum" "Quien deseara la paz, se debiera preparar para la guerra" (Vegecio. "Epitoma rei militaris")
La advertencia amiga de que, sin duda, no es buen momento para cavilar
sobre esto, no me impide encabezar estas líneas con dos belicosas formas
gramaticales distintas para expresar una misma traza importante a favor de la
refriega, la primera, con error atribuida a Julio César, de tono castrense, imperativa,
impone adverbial que, "si quieres paz", forzosamente "deberás
prepararte para la guerra", con verbos en indicativo que expresan contundentes
ideas de apariencia opuesta y, tras generar dudas, dejan un vaho categórico, mientras
la otra, del prefacio del libro de Vegedo, menos tajante y dinámica, supone
condicional, reflexiva, con verbos en subjuntivo pero difumina lo mismo; dos
matizadas formas de igual mensaje, que Silvio Rodríguez hace poesía en la
"Canción del elegido", dedicada a Abel Santamaría,
revolucionario cubano apresado, torturado, asesinado en el inicio de aquella
revolución: "Y al fin bajó hacia la guerra... / ¡perdón! quise decir a la
tierra. / Supo la historia de un golpe, / sintió en su cabeza cristales molidos
y comprendió que la guerra / era la paz del futuro; / lo más terrible se
aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida. / La última vez lo vi irse /
entre humo y metralla, / contento y desnudo; / iba matando canallas con su
cañón de futuro. / Iba matando canallas con su cañón de futuro".
Abel Benigno Santamaría Cuadrado nació en 1927, en Encrucijada, zona
central de Cuba, hijo de españoles, Benigno y Joaquina, bondad para estudiar a José Martí, fue a La Habana junto
a su revolucionaria hermana Haydée que, en 1980, chasqueada por los hechos de
Mariel, se quitó la vida, su apartamento de 25 y O, alquilado, fue núcleo
conspirativo de los asaltantes del cuartel de Moncada, de un partido cuyos
lemas eran "Vergüenza contra dinero" y "Prometemos no
robar", bajo el símbolo de una escoba que barrería aquel Estado
corrupto contra el que, como frente el imperialismo, luchaban para diversificar
la producción agrícola, eliminar el latifundio, desarrollar la industria,
nacionalizar los servicios públicos, impulsar la justicia social,...; opositor
al cuartelazo chusquero de Fulgencio Batista en 1952, organizó, junto a Fidel,
su hermana y otros el frustrado asalto al cuartel de Moncada, en el que fue
apresado por los agentes que en Cuba tenían la mafia y la CIA, llevado a los
calabozos donde fue salvajemente torturado, le dieron un bayonetazo en un
muslo, quemaron los brazos, sacaron un ojo y, pues no delataba a nadie, le
asesinaron el 26 de julio de 1953; tuvo clara y llevó al límite, generosa bondad,
la sabia máxima "si vis pacem, para bellum".
Moleste a quien moleste, ofenda a quien se quiera fingir ofendido, tal heroica
actividad iniciadora -que admiro- para la guerra es la que, con dolorosas
lacras y defectos subsiguientes, convirtió al resiliente pueblo cubano en paradigma
del fatigoso hacer frente -poca cosa, pero menos es lo de aquí ahora- para vergüenza
del resto durante casi 70 años, pobre y dolido pero exuberante de dignidad, tanto
a los naturales embates del irritado clima que a los alevosos, iracundos
ataques del capital que eran Lucky Luciano, mafia, o la ominosa CIA, tan dañina,
al menos, como el KGB de -el ahora demonizado- Putin y, mientras cavilo sobre
ello, oigo en
la temblorosa radio de mi ajada cocina el runrún tajante de la ultra capitalista SER que me agria el desayuno, soporto a la
frívola Angels Barceló con su “buenísmo”
inane, (des)informador, dañino para el débil, sufro sus largas “pausas”, lenguaje perverso que oculta opresiva
publicidad de caras piezas inútiles, me duele oírla predicar, tajante desde su
púlpito, que la vida “de antes” en
Ucrania -a dónde, sin que la llamen, ha ido a, solo, molestar con su meloso, religioso
fervor- era maravillosa… pero ha traído “esto”.
El 16 de marzo de 1952, a los seis días
del cuartelazo dictatorial de Batista y un año antes de ser asesinado, Abel
Santamaría hacía pública una carta-manifiesto para cualquier lugar y momento, aquí
ahora incluso: “Una revolución no se hace
en un día, pero se comienza en un segundo. Hora es ya, todo está de nuestra
parte, ¿por qué vamos a desperdiciarlo? Es necesario que todos vayamos con fe
en el triunfo, pero si el destino nos es adverso, estamos obligados a ser
valientes en la derrota porque lo que pase en el Moncada se sabrá algún día, la
historia lo registrará (…)”, por lo que Silvio Rodríguez nos lo legó “entre el humo y metralla, / contento y
desnudo”, al tiempo que “Iba matando canallas con su cañón de futuro. / Iba
matando canallas con su cañón de futuro”, antes de ser asesinado para que
no llegara a cumplir los 26 años.
Abel (de izquierda a derecha, el
primero sentado, con gafas), junto a Fidel. (Fotocopia: Ramón Barreras.
Cortesía Museo Casa Natal Abel Santamaría)
En los mapas que sitúan
la redundante -poco seria e inútil- información con que se sienten obligados a
bombardearnos medios y políticos sobre el (ab)uso -no es guerra- que trata(n)
de imponer el KGB Putin -y otros- sobre Ucrania aparece continuamente un topónimo,
Lviv, centro geográfico de la culta, democrática, pacifista Europa, sobre el
que nadie dice nada y cuya sola visión me traslada, melancólico, al feliz recuerdo
de la absorbente lectura atenta, durante semanas, de dos libros de Philipe
Sands, “Calle Este-Oeste”, “East West Street” y “Ruta de escape”, “The ratline”, en las que, tras enseñarme que ese Lviv fue también
Lemberg, Lvov y Lwów y, de forma sucesiva, perteneció, que recuerde, al imperio
austrohúngaro, Polonia, la URSS y ahora a Ucrania, me introducían en
apasionantes tramas de familias vejadas por la guerra del nazional-sozialismo,
la difuminación del nazi Otto Wätcher y las peripecias de dos avanzados
juristas, Hersch Lauterpacht y Rafael Lemkin, de Zòlkiev y Ozerisko y traslados
a Lviv, Lemberg, Lvov o Lwów, obsesionados con las nociones complementarias,
contrapuestas de “crímenes contra la
Humanidad” que, al defender que “el
ser humano individual (…) es la unidad última de todo el derecho”, exige
que sea protegido en guerras y matanzas de todo tipo y de “genocidio”, que sostiene que “los
ataques a grupos nacionales, religiosos y étnicos deberían pasar a considerarse
delitos internacionales”, razón para que, agriado por los nuevos “pacifistas” del “no a la guerra” borroso, sin matices, peligroso que vocean llamativos
pequeñoburgueses acomodados en “Podemos”,
“ERC” e incluso, ¡uf!, en “Bildu”, me sienta obligado a recordar
que ha sido gente -tan abnegada y, al tiempo, tan belicosa- como Abel Benigno
Santamaría Cuadrado, “elegido”,
torturado, asesinado que “sintió en su cabeza cristales molidos y comprendió que la guerra / era la
paz del futuro” y, por ello, “iba matando
canallas con su cañón de futuro”, la que ha posibilitado que, con todos los
errores habidos en Cuba, en el tormentoso Caribe, el pueblo cubano mantenga la altísima
dignidad -para algunos poca cosa- que le permite hacer frente a los embates de
la naturaleza, la mafia, la CIA o el KGB, mientras el pueblo austrohúngaro,
polaco, soviético, ucraniano… de Lviv, Lemberg, Lvov o Lwów, centro geográfico
de la culta, democrática, “pacifista”
Europa, cuna de Hersch Lauterpacht y Rafael Lemkin, parteros de conceptos
jurídicos tan relevantes como “crímenes contra
la humanidad” y “genocidio”, todo
lo que ha conseguido en muchos lustros es seguir siendo epicentro de lo que,
con meliflua piedad religiosa y, sobre todo, miedo y mala conciencia, políticos
y medios nos frotan en los ojos hasta, irritados, hacernos llorar.
No hay que engañarse, ni ser tibios, “si vis pacem, para bellum”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario