210 Los domingos
cavilar
De bozales y
termostatos
Fernando
Merodio
13/03/2022
“Bajen la calefacción para ayudar a cortar el
cordón umbilical con Rusia (…) Corten el gas en sus casas, disminuyan la
dependencia de quien ataca a Ucrania” (Josep Borrell. Alto Representante de
la UE para Política Exterior, en comparecencia ante el Parlamento Europeo).
“Yo ya he bajado la calefacción en mi casa a
17 grados” (Ana Botín)
Todo el
mundo sabe, y lo hizo poesía Leonard Cohen, que “los dados están cargados” y “todo
el mundo los lanza con los dedos cruzados”, saben -los que quieren- también
que “la guerra ha terminado” y que,
pues “estaba amañada”, en ella “los buenos perdieron“, pero lo olvidamos
y, pese a saber igual todos que ”el barco
tiene una vía de agua”, que ”el
capitán mintió“ y que, por ello como ayer y mañana, hoy la decisión “es ahora o nunca”, pues todo “se está viniendo abajo” y “así es como es”, sabiendo además el animal
que piense que así será siempre, pese a lo cual trampeamos la solución a los
-para “ellos”- útiles problemas
sanitarios -tan graves como les conviene- con métodos del medioevo, máscaras,
cuarentenas, distancia social,…, con la ciencia dando palos de ciego al ritmo
que -siempre- le marca, desde arriba, el superior interés del capital que paga
y nosotros desechando sin pudor derechos conquistados con la sangre, el sudor y
las lágrimas de lo mejor de nuestros mayores, al tiempo que si alguien lo
ordena, nos ponemos guantes y, tratados cual contagiosas fieras portadoras de
la rabia, como solución, nos apretamos un bozal que envenena nuestro aire y
dificulta respirar con el que, lo peor, una mayoría se muestra satisfecha en
base a un ilógico, infundado miedo cerval disfrazado de falsa fraternidad.
Suenan
en lontananza, apariencia de ficticia alegría, tibios, temerosos aplausos
porque nosequé variables declaradas importantes por apestosos, ignaros, osados
tertulianos dan a entender -el tiempo demostrará que, como casi siempre, no
aciertan- que el recurrente, vulgar virus -lo poco o muy- grave que -poco
serias, no fiables- las estadísticas nos dicen, en realidad desconocido, vulgar
y pequeño aunque, por torpe inoperancia humana, extendido cual macha de aceite,
parece ahora retroceder, harto sin duda de vernos siempre ocultos tras el
pestilente, prohijado bozal y de que no seamos capaces de reunirnos en grupos
con objetivos concretos y hablar con naturalidad, salvo cuando, taumatúrgico
milagro, en restaurantes/bares, tras pagar la terapéutica consumición,
desaparecen los riesgos de un virus que -sin que nadie sesudo, contundente y
creíble lo valore- ha sido -y es- útilmente usado para privarnos de libertades
y derechos fundamentales que, en especial, revolucionarios ilustrados franceses
pelearon, perpetrar delitos que la Justicia -catatónica en el mejor caso- no
persigue, legislar sin control -ni, por supuesto, duelo- contra lo común normas
cada día más dañinas que siempre- benefician al capital, limitar inamovible
hasta anularla -dada la corrupción institucionalizada de ejecutivo y
legislativo, cómplice inactividad de la Fiscalía al servicio del Gobierno y laxitud
injusta, de los Tribunales- toda posibilidad de lucha contra la emergencia
climática que se agrava día a día y, sin ser catastrofista, sobrecoge, queriendo
poner en manos del -eterno, abusivo- capital el concentrado control de la
generación, transporte, transformación…de la energía, suculento negocio generador de poder,
que ha enriquecido, enriquece y -mientras seamos pasivos cómplices- enriquecerá
al capital…, llevando al género humano a la destrucción.
Se ha
agravado en tan feo, pestífero tiempo, ahora por esa repugnante cosa que,
evidente lucha por controlar el capital, llaman “guerra”, peligrosa corrupción del lenguaje controlado por los medio
de comunicación del gran poder real que, dominando al pequeño, político, distrae
y desorienta en asuntos preocupantes, que nos afectan de modo muy personal,
importante, como, por ejemplo, lo que se refiere a las esenciales, peliagudas,…
y placenteras cuestiones del “sexo”, cosa
de gametos, óvulos el femenino y espermatozoides el masculino que cada uno crea
y el “género”, conformado por
funciones, caracteres y posibilidades socialmente definidas por las identidades
binarias hombre-mujer, niño-niña,… o las no binarias de quienes no se consideran
ni hombre ni mujer, sino ambos, o una combinación de los dos u “otros”, serias cuestiones embarradas por
la torpe “nueva política”, sobre la
que la izquierda estudiosa explica que si en sexo todos somos binarios, pues producimos
esperma u óvulos y no es posible medio-fecundar o medio-gestar, en lo que se
refiere al género nuestra identidad la definen influencias biológicas o
sociales previas a la consciencia, por lo que la -ahora- tan traída y llevada
autodeterminación de género no existe y no se puede elegir como en un
supermercado, lo mismo que no podemos decidir la edad que tenemos, por jóvenes
o viejos que nos creamos sentir, género y edad son los que son y la idea de que
“mi yo” puede imponerse a la aplastante
realidad, tan estúpida y “vanguardista”
hoy, es simple narcisismo, mera atracción -sin interés ni base- por algo nuevo,
irreal que nos distancia y distrae de los problemas reales, por lo que lo
transgresor es oponerse, sea cual sea el riesgo, a postura tan oportunista y
falsa.
Otra importante
corrupción de facto, ésta en el fundamental, garantista ámbito socio-político de
lo jurídico, consiste en la utilización torticera, pretendidamente elitista del
lenguaje al redactar y aplicar la ley, de modo que Administración y Justicia se
hacen ininteligibles para la mayoría de la población, hasta generar, como
debiera ocurrir en tantos otros ámbitos sociales, el germen de una “cruzada” contra el uso de una jerigonza
administrativa y legal retorcida, llegando a publicar incluso el neoliberal El País en fecha reciente que “varias asociaciones lamentan la falta de
claridad de los documentos más importantes para la ciudadanía y piden
reescribirlos de forma sencilla“, oscuridad que afecta incluso a artículos
fundamentales de la Constitución y, toda vez que “la falta de comprensión significa exclusión”, tal crítica se debería
extender a la forma poco -nada- participativa socialmente de elaborar las
normas o la oscura y gramaticalmente incorrecta redacción tanto de las propias
leyes como, más dañino incluso, las resoluciones administrativas y judiciales,
así que, con mayor fuerza que la que se ha empleado -y se emplea- para
conseguir la fácil accesibilidad física a edificios institucionales e, incluso,
privados, deberemos reivindicar, pues sin duda es de mayor trascendencia social,
la accesibilidad lingüística a Administración y Justicia.
Ahora,
la guinda la ha puesto la cercana “guerra
en Europa”, retrasmitida en directo geográfico y cronológico, trufada por
las falsedades que interesan al capital que lo narra, una “guerra” que ha supuesto el vergonzoso, pero risible, “deshielo” de los USA y el seguidismo de
“Occidente” con Venezuela e Irán, no
para defender la democracia “en peligro”,
sino para garantizar petróleo y gas alternativos a los de Rusia, mientras el
interés económico de cada uno sobre la energía o las armas quiebra el llamado “bloque occidental”, pues, por ejemplo, Alemania
se niega a romper sus relaciones comerciales, económicas con Rusia o enviar
aviones a Ucrania de la que, lo mismo que ayer era del imperio austrohúngaro,
Polonia, la URSS,…, hoy forma parte Lviv, Lemberg, Lvov o Lwów, ciudad de mil
nombres y patrias, símbolo de la locura de lo que ahora llaman democracia,
ciudad en la que mientras el nazional-sozialismo pisoteaba derechos y asesinaba
seres humanos por su origen, clase, raza, religión, ideas,…, dos juristas
serios, Hersch Lauterpacht y Rafael Lemkin, con palabras e ideas definían -y, en
especial, castigaban- algo evidente y poco tenido en cuenta salvo con sátrapas
del -llamado- tercer mundo, los “crímenes
contra la Humanidad”, el ser humano individual como unidad de todo derecho,
o el “genocidio”, consideración como
delitos internacional de los ataques masivos a grupos sociales religiosos o
étnicos.
Coda
agradecida a dos benefactores de la Humanidad.- Mientras Borrel, político, propone,
cual bozal individual contra la Covid19,
acabar con “la guerra”, cortando “el gas en las casas, disminuyendo la
dependencia de quien ataca a Ucrania”, Botín, plutócrata, alardea, “yo ya he bajado la calefacción en mi casa a
17 grados”. Gracias por vuestra enternecedora solidaridad Josep María y Anita,
los dos en -siniestra- línea.
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