205 Los domingos
cavilar
La conservación de
la especie
Fernando Merodio
06/02/2022
"Quien
quiere hacerse ángel, se hace bestia" (Blaise Pascal)
La
nueva casta -que dicen- política, evidentemente peligrosa, transversal y sin
sustancia, está empeñada en imponernos su enésimo ejercicio demagógico, encelada
ahora contra la intemporal pederastia..., merecedora -es cierto- del asco
universal, con una campaña a la que, torpes populistas, privan de credibilidad
y eficacia al limitarla al ámbito de la iglesia católica, contra la que pretenden
crear una exclusiva comisión parlamentaria de investigación que les permita
exhibir en los medios -los que dicen- serios modos, experiencia y saber en la
materia.
Explicaba
al respecto hace días en un periódico el filósofo Gabrial Albiac que "el hombre es un animal de deseos oscuros",
tanto angelicales como demoniacos, lo que impulsó a Blaise Pascal a dejar, a
modo de advertencia, un serio axioma: "Quien
quiere hacerse ángel, se hace bestia", pues ambos caracteres rivales se
amalgaman, imposible de separar, en el hombre, que es todo ello, pues "lo humano se juega en un combate sin fin
contra lo inhumano", teorizándose, a partir de Claude Lèvi-Strauss, que
el (ab)uso sexual sobre los niños nace en el rincón más oscuro de la mente
humana y su prohibición radical, como la del incesto -intento de evitar que una
escasa protección de las pequeñas crías frente al sexo propicie la destrucción
de la especie-, "es la iniciativa
fundamental, gracias a la cual y mediante la cual, pero sobre todo a través de
la cual, se consuma el paso de la naturaleza a la cultura", paso sobre
el que, sabio, advertía Freud que "lo
que nadie desea, nadie lo prohíbe; una prohibición universal es síntoma de una
tentación universal", insistiendo Albiac en que el horror del abuso
sexual sobre los niños "acecha
siempre en la sombra humana", aparece en los lugares en que, por la proximidad
entre adultos y niños, las ocasiones son más favorables; en la historia humana
no ha sido un horror limitado a determinados grupos religiosos o ideológicos, se
trata de un abuso que acecha desde la sombra y emerge allá donde la ocasión es
favorable, donde la relación entre adultos y niños es más cercana, por lo que
la tentación del atropello infantil, lo mismo que la del -socialmente vetado-
incesto, surge en especial donde se dan formas vicarias de paternidad como la
docencia, sin que el monstruo se oculte y aceche desde un solo colectivo
concreto, sino desde muy diversos ámbitos, con proporciones de agresión muy
similares en todos ellos, abundando en la familia, donde la perpetran los dos -o
cuantos sean- géneros que la forman, por lo que, para ser fuertes justos, no
dañinos oportunistas sectarios, debieran ser personas y entidades capaces, no
parvenues chiquilicuatres, quienes analicen al tiempo, globalmente todos esos
ámbitos, sin olvidar que, para no causar más mal que bien, no se puede
prescindir del rigor.
Parece
adecuado a la realidad actual considerar "paidofilia" o "pedofilia"
un grado para baremar la salud mental como mera excitación, placer sexual que
un adulto obtiene mediante la simple entelequia sexual y "pederastia" el ejercicio activo con
tal fin sexual contra la víctima, acciones ambas, la mera entelequia o la
agresión, que se producen contra un sujeto pasivo infantil o preadolescente,
menor de 13-14 años, con la personalidad individual y social del agresor
definida por múltiples factores, externos o internos, circunstanciales o fijos,
actitudes inofensivas poco -incluso nada- dañinas para el sujeto/víctima -hay pedófilos
que no abusan de y ni siquiera se relacionan con los niños- o, por contra, agresivas,
abusivas, penalmente tipificadas en el ámbito de lo criminal; son, pues,
pedofilia y pederastia términos de la cultura griega que no debiéramos equiparar
o utilizar como sinónimos y sí, por contra, valorar -y pensar- que, mientras
nuestro código penal, artículo 189, castiga con penas de prisión de hasta 5
años, junto a hechos mucho más graves, difundir material con menores y
finalidad de excitación sexual, desde 1998, naciendo en los USA, todos los 24
de junio se celebra públicamente el "Internacional
Boy Love Day", "Día del
Orgullo Pedófilo", promovido por la comunidad Minor Attracted Person, MAP, los que sienten atracción por menores
y -con sus argumentos, como los de zoofilos y otros- reivindica iguales
derechos que colectivos socialmente aceptados.
Vivimos tiempos en que a ineptos que -dicen-
que pueden les ofende ser comparados con Franco u otros practicones de la prohibición,
se valen de que el Pisuerga pase por Valladolid, lo llaman "pandemia" y olvidan la sabia
advertencia de Freud de que "lo que nadie desea, nadie lo prohíbe",
pues "una prohibición universal es síntoma de una tentación universal"
y tratan de privarnos de algo hasta ayer tan libre como inhalar y exhalar CO2 -y
otras cosas- sin bozal en nariz y boca, fumar, comer -y gozar de la- carne, unirnos
en masa para hablar de lo que nos interesa, ver a las distintas policías como
floreros achatarrados y entender que camareros, tenderos,... no deben ser,
además, policías represores, no admitir ser vacunados, como niños, porque sí,...,
tener miedo solo al miedo.
Se trata, dicen, de conservar la especie
en el planeta y, peligrosos populistas, lo hacen contra la pederastia -solo en
la iglesia- o el incesto con el mismo cínico descaro fútil que exhiben al -no- enfrentarse
a la gravísima emergencia climática dejando el control de la caótica situación
en manos de los mismos que, con la muy dañina masiva generación concentrada,
nos han traído hasta aquí o, también, al -no- promover una igualitaria
supervivencia en el trabajo asalariado cuando -no- derogan -solo blanquean- la
normativa laboral que dicen de Rajoy e, igual que esa sucia afición a dialogar
contra natura con cualquiera que, sabio, desautoriza el filósofo Giorgio
Agamben, fue obra del mismo amo, el capital con que ahora pactan para, en lo
positivo mínimo, permitir recuperar -con matices- la ultraactividad y prohibir que
los convenios de empresa fijen salarios inferiores a los de sector, único
aspecto en que la masa sectorial se impone al poder de empresarios y empresas,
mientras -si analizamos con rigor lo aprobado- vemos consolidadas las injustas
normas del despido improcedente, el "descuelgue"
de los convenios, la flexibilidad de la jornada o los despidos colectivos sin previo
control administrativo y cómo se han perdido, entre otras, reclamaciones tan
esenciales como eliminar la contratación eventual -perdida al flexibilizar el
contrato "fijo-discontinuo"
y posibilitar a las ETTs intervenir en él- o acabar con la injusta desigualdad
que la subcontratación y externalización de actividades suponen para los
trabajadores afectados; quien, con seriedad, haya luchado por una supervivencia
real digna del trabajador sabe que el poder no regala nada a quien no lo tiene,
así como que los pactos entre desiguales, nada fiables, solo generan más desigualdad
y son una burda trampa muy fácil de detectar.
En el actual paripé de lucha por la
conservación -(in)digna- de la especie resulta especialmente ofensiva y gráfica
-por lo que de burla a las normas del contrato social supone- la exultante exhibición
de felicidad con que los y -en especial- las mismas "progresistas" que, tras imponerlo como imprescindible, destierran
el "pasaporte Covid" o
ahora consideran innecesario enmascararnos en la calle, celebraron lo que la "biblia" del liberalismo listo que
hoy es "El País" tituló,
inmoral, "Un voto erróneo del PP
salva la reforma laboral del Gobierno", algo que vaya usted a saber si
fue error al votar u otro oscuro pacto como el que sirve para intentar sembrar los
montes de dañinos polígonos eólicos, dejarnos sin agua con el nuevo salto de Aguayo o limitar la seria
crítica de incesto y pederastia a una comisión de investigación suya, otro
pacto de los que fingen discrepar y, cínicos, usan la dificultad que, para
analfabetos funcionales, supone votar lo que se quiere, e imponen con tal -ese
sí, pueril- voto lo que -en este momento y siempre- conviene al mismo amo de
todos ellos, al capital.
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