198 Los domingos cavilar
El Delirio Montañés
Fernando Merodio
19/12/2021
"La
fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles; unida con ella,
es madre de las artes y origen de sus marabillas“ (Museo del Prado. Manuscrito
atribuido a Goya)
"Delirio. Nombre masculino. Del latín delirium.1. Estado de
alteración mental, generalmente provocado por una enfermedad o un trastorno, en
el que se produce una gran excitación e intranquilidad, desorden de las ideas y
alucinaciones. 2. Dicho o hecho
disparatado, insensato o carente de sentido común". (Diccionario)
Francisco de Goya y
Lucientes, 1746-1828, historia del arte, extraordinario grabador y pintor cuya
obra, que abarcó desde el caballete, el dibujo y el grabado hasta el mural, reflejó
la realidad con un mensaje ético y, al tiempo que precursor de algunas de las
más importantes vanguardias pictóricas del siglo XX, fue un ilustrado que, en
el salto entre los siglos XVIII y XIX, adoptó posturas liberales y afrontó en
silencio, quizás con dudas, las noticias sobre la -violenta, necesaria-
revolución francesa, tomando, pese a ello, partido por la Ilustración y su Luz
frente a las Tinieblas del Ancien Regime, padeciendo las zozobras comunes a los
ilustrados españoles de la época, generándole la invasión napoleónica un silente
enfrentamiento con la reacción que supuso Fernando VII y, pese a que su gestión
económica como pintor fue oportunista, ello no le impidió mantener la firme
posición liberal que tan bien reflejan, entre otras obras, los dibujos de su
última época, que han llegado a hacer que fuera interpretado como un revolucionario
gráfico, un panfletista radicalmente anticlerical, no entendiendo que solo era cruel
crítico social, opuesto a lo que veía, buscador de autenticidad y fidelidad
hacia su público burgués y, también, hacia la parte débil de la sociedad.
Escribió su amigo, el
traductor, investigador, dramaturgo y poeta Leandro Fernández de Moratín que, “persuadido de que la censura de los errores y vicios
humanos (aunque parece peculiar de la eloqüencia y la poesía) puede también ser
el objeto de la pintura: ha escogido como asuntos proporcionados para su obra,
entre la multitud de extravagancias y desaciertos que son comunes en toda
sociedad civil, (…) aquellos que ha creído más aptos a suministrar materia para
el ridículo, y ejercitar al mismo tiempo la fantasía del artífice”, siendo los
80 grabados al aguafuerte de la serie “Los caprichos” censura de errores
y vicios humanos a través de la pintura de “asuntos caprichosos” -así
los llamó Moratín- entre los que destaca el señalado con el número 43, pensado en
el inicio como frontis de la obra en su conjunto y convertido finalmente en
bisagra entre sus dos partes titulado “El sueño de la razón produce
monstruos”, que reproduce al propio autor recostado, la razón durmiendo
vencida por la fatiga quizás baldía, junto a papeles de trabajo y plumas,
soñando, entre felinos, lechuzas, murciélagos, animales nocturnos y con la frase
que da título al grabado impresa en el lateral de la mesa, un mensaje de cómo
la razón frena la angustia -¿la demencia?- mientras la ausencia de lógica -causada
por el sueño en este caso- crea una tesitura trastornada, indefensa, peligrosa
para cada uno, rodeándonos de criaturas sombrías que (pre)ocupan la mente, pues
solo la razón vigilante, lúcida pone orden en la vida y elimina los monstruos
que acechan, haciendo que Freud dijera que “donde era ello ha de ser yo”,
un yo con norma, deberes y derechos justos que hacen razonable la vida en
sociedad, algo que convenció Goya de que, como dice un manuscrito que le atribuyen: "La fantasía abandonada de la razón produce
monstruos imposibles; unida con ella, es madre de las artes y origen de sus marabillas”.
Otra cosa es el “delirio”, un “estado de alteración mental, en general provocado por una enfermedad o un
trastorno, en el que se produce gran excitación e intranquilidad, desorden de
las ideas y alucinaciones” y su expresión material como “dicho
o hecho disparatado, insensato o carente de sentido común”, algo que se agrava
cuando quien tiene ideas delirantes, solo en su interés, es el mismo que tiene
el espurio, ventajista poder de influir en el resto desde unos derechos de
todos y lo hace bajo la apariencia -falsa-
de estar informando; El Delirio Montañés,
siempre fue -y en especial hoy es- un panfleto, antes de la iglesia, luego un “legado”
del obispado a un grupo de políticos, UCD local, nombres y apellidos, y ahora, agresivo
instrumento del capital vasco, parte -como Editorial
Cantabria- del grupo El Correo-ABC-Vocento,
tirados sin tapujos -más que nunca- al monte de lo económico, ayudando a destruir
la esencial, vital política de generación energética, decidir ellos seguir el
camino de acabar con la vida humana en el planeta que -porque solo a él interesa-
marca el capital o, por contra, viramos en la única, racional, lógica dirección
de "cambiar el sistema".
Abusando de su localista cuasi-monopolio
mediático en el papel prensa, se afana en ayudar a su accionista Iberdrola, a la
que, con el aquí aplaudido Sánchez Galán -socio del conseguidor Agustín
Valcarce- investigado por graves delitos de cohecho activo, contra la intimidad
y falsedad mercantil en el “caso Villarejo”, motivo de que en Nuevo
México los reguladores impidan que Avangrid, filial suya, adquiera PNM,
energética USA, al considerarlo "socio no adecuado", de
riesgo, mientras en el cruel abuso por adueñarse de la generación energética,
que aquí ahora quieren eólica, El Delirio muñe sin pudor, a favor del sospechoso
foros y jornadas al hoc sobre tal
rechazada -aquí inexistente- energía, silenciando a quien no esté de acuerdo
con ellos, con el gobierno, ARCA y SEO-Birdlife como blanqueadores y usando serios
imitadores de los viejos “grises” -sin siquiera pagar guardias privados,
somatenes que M.A. Castañeda anima- como servidores amenazantes que protegen su
“propiedad privada” e identifican a quien, lógico, razona, argumenta, les derrota en los
tribunales y arruina su “negocio”.
En el muy
peligroso embrollo jurídico en que han metido dos años confinados de facto, socio-políticamente incapacitados,
con bozal implantado como nuevo órgano del cuerpo humano, privados de serios
derechos por dúctiles razones que la Justicia, pese a su labilidad, desmonta
reiterada, debemos reflexionar, imitar -aunque sea poco- lo que Paul Valery
-que influyó en Walter Benjamin y sorprendió a Adorno- hizo al alba durante 50
años antes de acudir a su trabajo como funcionario, reflexionar y escribir
26.500 páginas, 261 libretas, los "Cahiers",
"Cuadernos" que recogieron
los frutos de su potente razón para, con belleza, decir su verdad, cuadernos
que en su edición castellana nos dicen “Aquí no me propongo agradar a nadie”, en los que el autor de "El
cementerio marino" equipara su
intenso y disciplinado trabajo a una “elaboración de mí mismo y para mí mismo, más que una preparación
con vistas al público”, pretensión de “decir” para “hacer", ideas con sabor a acción futura, evitar caer en la tentación fácil de
acatar el ficticio, presunto hechizo de que los "intelectuales", por serlo, influyen en lo esencial de la vida,
dañina idea, torpe ventaja que Leonardo Sciascia rompía en “Negro sobre negro” con la metafórica chanza
del profesor que llegó al alba, el primero, a clase, encontrando en la pizarra
una dañina, maliciosa frase: “El maestro
se lo hace con la hija del director” y, tras un instante de duda, en la
somnolienta soledad del alba, serio, irónico, se limitó a contestar: “¡Ojalá fuera cierto!”, alegoría que no
debe invitarnos a la inacción, sino a inspirarnos en otra cita que robo al propio
Sciascia: “No haber hecho nada es una
tremenda ventaja, pero no hay que abusar”; sabio.
La vida es larga,
vivirla está lleno de afanes y, mientras la usamos hay tiempo para todo; Goya
fue un genio, ejemplo de ello y en su larga vida pintó por encargo ricos y
poderosos, mostró que la mujer española no sonríe, nos azoró con los “desastres de la guerra”, evidenció en
sus pinturas negras que el cielo está vacío, unció en sus corridas de toros placer
y miedo,... y fue en especial sugerente en la serie que, sin necesidad de encargo,
por “capricho” grabó cuando, a partir de 1792 y a causa de la sífilis, el
plomo de sus pinturas o razones síquicas, entre fieros dolores de cabeza y oídos,
caía en una letal sordera; son pequeños cuadros que no le exigieron un esfuerzo
físico y le sirvieron para denunciar ante el mundo la maldad y el abuso, lacras
de la España de siempre, opuesto a lo que, cruel trastorno, nos genera, abusón,
El Delirio Montañés.
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