171 Los
domingos cavilar
¿Estado de qué?
Fernando Merodio
13/06/2021
"(...) Hay una paradoja: por un lado se nos pide que combatamos unidos
esta batalla, por otra parte no podemos estar físicamente juntos". (Manuel Cruz, filósofo)
“España todavía no es un 'Estado fallido',
pero no está lejos de serlo. Razón suficiente para que Europa finalmente
despierte” (Friedrich Leopold Sell. "Neue Zurcher Seitung". Suiza)
“Os
lo digo, infelices…, cuando los grandes de este mundo empiezan a querenos es
porque nos van a convertir en carne de cañón” (Louis
Ferdinand Celine)
Dicen los -odiosos-
medios de (in)comunicación -¿quién les filtra?- que el Tribunal Constitucional dictará
sentencia sobre el confinamiento y las otras coacciones que, con apoyo en un
pequeño virus, su represora/torpe policía y la hasta ayer denostada “ley mordaza”, el “nuevo progresismo”, desde hace 15 meses, ¡ay, funesto marzo de
2020!, prolonga taparnos la boca, impedir que nos reunamos, legislar a
hurtadillas contra nuestros -muy limitados- derechos-, cerrarse a cal y canto -¿dónde
están los funcionarios, con alguna excepción, además de en caja y cobrando?, servir
a los de siempre -el precio de la energía ha subido un 30% en un año y los
bancos reducen plantillas para ganar más,…-, arrojo de “vuestros” políticos que aplican el -para ellos- goloso artículo 116
de la Constitución para declararnos en ese “estado
de alarma” que, según la Ley orgánica 4/1981, solo puede “limitar” derechos y no “suspenderlos”, que es facultad del “estado de excepción”, anunciando los
sabiondos medios que, por ello, el TC dirá, ¡pobres “carcas progres”¡, que lo hecho es anticonstitucional.
A partir de la cosa,
vergonzantes reaccionarios camuflados -no la izquierda histórica- que encabezan
El País, cada día -salvo El Roto y 4 columnistas- más sectario y
el tenebroso eldiario.es, enquistado
en La Sexta de Ferreras & family, saltan a la palestra para reverdecer el
espantajo de a útil división entre magistrados -¿alguien cree que, salvo por
docilidad hacia quien les nombra, existen diferencias?- conservadores y “progresistas”, marcados todos por el
carácter retrógrado que tuvo, tiene y tendrá la Ley, que es emanación del poder,
inventándose una nueva/falsa polémica que tape sus vergüenzas, “Estado de alarma o de excepción? El debate
divide a los juristas” y, para
dar mi opinión sobre tal falacia, insisto en que el “estado de alarma”, que declara sin más, por decreto, el gobierno de
turno, no puede “suspender” ni un
solo derecho constitucional, para lo que es preciso el “estado de excepción” que, ese sí, somete al, repito, arbitrario
gobierno que toque a la -para él- ofensiva, molesta autorización del Congreso
de los Diputados, ¡uf, que rollo! ¿Alguien duda que a los fines prácticos que
debe tutelar la Ley, el confinamiento domiciliario a que sometieron a quien,
sumiso y bovino, quiso, igual que, entre otros ejemplos, privarnos del -muy-
fundamental derecho de reunión o el control de la burocracia política de la Administración no es una suspensión de facto y de iure de
derechos constitucionales comprometidos?
Detalle chillón del Diccionario de la RAE, mientras
el sustantivo "alarma"
define "aviso o señal que se da en
un ejército o plaza para que se prepare inmediatamente a la defensa o al
combate", el verbo "alarmar"
tiene dos alcances, 1. "Dar o causar
susto" y 2. "Producir
desagrado o escándalo", siendo, pues, alarmar y alarma dos
palabras parejas que parecen designar -y, de hecho, designan- ideas diversas
pues, mientras el sustantivo es aviso de alguien para que -un grupo- prepare su
defensa o ataque, terminología bélica que aquí ahora se usa -de modo indebido-
desde la política, el verbo remite a miedo o desagrado inesperado, por lo que
la idea de "estado de alarma"
con que el artículo 116.2 de la Constitución define, de facto, cómo nos pusieron hace 15 meses, es tan peligrosa y
ambigua que aconsejó a Emilio Lledó, nonagenario filósofo, decir que su cabeza
"se ha llenado de recuerdos de la
guerra civil, (...) la misma inseguridad. Los hábitos del miedo: no salir a la
calle (...) Sin embargo, aquel era un miedo concreto (...) Este es abstracto,
difuso, extraño" y "estoy
desconcertado", siendo que "el
desconcierto no ayuda a pensar bien, pues lo que más necesitamos en este
momento es justo lo contrario: la razón contra el caos".
Tal "estado de alarma",
vinculado siempre a que exista un enemigo "abstracto, difuso, nos enfrenta aún, pasados 15 meses, a un mínimo virus
que, decía Leila Guerriero "no es
perverso, (...) no desea, no sueña, no quiere nada, (...) no tiene maldad",
pese lo cual nos aseguran que estamos en guerra contra él, un conflicto arriesgado,
pues los avispados que -porque les convino- lo definieron bélico, no solo
sanitario, político, social, ciudadano,,..., cuando periclita la pelea con él, siguen
utilizándolo contra el resto; frente a la manipulada alarma bélica,
teledirigida, quien piense tiene un medio que -no siempre- le diferencia del
resto de seres y cosas, la razón, la inteligencia que -a quien la use- ayuda a percibir
la ficción de lo que los más falsos llaman “vida
normal” y, así, a quien se fatigue en pensar libre y, a partir de ello,
intente avanzar, podrá urdir modos para salir de tal vida e, incluso, hacer algo
para conseguirlo, cambiando esa injusta “vida
normal” por otra algo mejor para la mayoría y no, como casi siempre, para
el dominante 1% y sus siervos.
Releo lo escrito, disipo cualquier duda respecto a la alarma que han
podido generar esos asalariados nuestros que, aunque se digan “políticos”, nos apartan de facto del buen funcionar de la polis y sé que la evolución del virus,
la celeridad de su contagio -y su fin-, los graves errores en su contabilidad,
nuestra cobarde e incívica ausencia de queja civil frente lo que nos hacen y
haber olvidado su pésima gestión del acceso al material preventivo –mascarillas, guantes, gorros,
batas,…- por los sanitarios, la falta de “respiradores”,
el serio fiasco de los mecanismos para el test rápido, cuya práctica masivo
fue, dicen, crucial en el éxito de Corea contra el “bichito”, nuestro sumiso, bovino encierro masivo y esa nueva
afición a usar sucias, inútiles, sobadas máscaras que impiden acceder a un aire
sano, el abandono del saludo, las largas filas con vacíos de metros entre los “afiliados”, los fervorosos aplausos a
ejército y policía,…, todo ello evidencia del aplastante triunfo de la “alarma, “dar o causar susto”, “producir
desagrado o escándalo” sobre cualquier llamamiento para asociarse, aprestarse
a defender o atacar -no ser meros pasivos- al virus y sus secuelas, pues es “alarmante” tanto su inepta gestión
material y política como la forma en que nos tratan como niños asustados y
gradúan, endulzan, agrian,… sus cuentos sobre el necio virus, mintiendo siempre
sobre lo que tan mal hacen.
La de “Estado fallido”
es idea nueva de inseguridad y falta de control que afectaba, decían, a la
periferia, en especial a África, donde ninguno de los tres poderes cumplía su deber
de garantizar que impere la Ley, haya Justicia independiente, seguridad en
libertad, igualdad para todos en el acceso a las necesidades básicas,
educación, sanidad,…, siendo, por sus vaivenes, un peligro para el resto y
noción recientemente abierta a los países avanzados, mutada en la, verbalmente
menos agresiva, “fragilidad estatal”,
situación respecto a la que Friedrich Sell, en el Neue Zurcher Zeitung, influyente periódico suizo-alemán, preguntaba
“¿Es España un estado fallido?”, para
responderse, “no está lejos de serlo”
y añadir, peor, que “ve razón bastante
para que Europa finalmente despierte” y haga con nosotros lo que tenga que
hacer.
Coda con riesgo.- En tiempos tan graves y expuestos, lo atroz del
padre que mata a sus hijas niñas, una de ellas un enternecedor bebé, no puede mudarse
en mediático, odioso circo en que -expertos en nada- aventen datos sesgados,
mientras callan de de la madre que, casi al tiempo, mató a su hija de 4 años en
Sant Joan Despí, intentando hacer creer que solo las madres, todas buenas, quieren
a los hijos y que los padres somos todos malvados salvo prueba en contra,
creando la opinión pública de que el único trauma en la -difícil y vieja- relación
de pareja es una violencia unidireccional, lo que niego y a lo que me enfrento
para defender la lucha contra todo abuso de la fuerza -todo aquel que cause
dolor y daño- y, desde un mínimo de ética y lógica, animo a no permitir el odioso
infundio de que la solución a la lacra vendrá con las Harpías.
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