161 Los domingos, cavilar
Lo que lega Pablo
Iglesias
Fernando
Merodio
04/04/2021
“Elías Canetti relaciona la fascinación del poder,
en su manifestación más pura, con el número creciente de víctimas que amontona” (“Sobre la historia natural de la destrucción”. W.G.Sebald)
"Hegel dice en alguna parte que todos los
grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si
dijéramos, dos veces. Pero se olvidó agregar: una vez como tragedia y la otra
como farsa " (Karl Marx "18
de Brumario de Luis Bonaparte")
Ganado, a su modo, el
"cielo", entronado en un
casoplón con un cuarto de hectárea. de territorio y una cursi, indefendible
piscina llena de agua de la sierra de Madrid que ocupan los "ricos", culmen de su "populismo" -no comunismo-, Pablo
Manuel Iglesias Turrión -nada que ver con Pablo Iglesias Posse, marxista, padre
del socialismo español, hoy la PSOE, oficina de empleo-, tras barrer de la
calle a "Indignados",
"15-M", "Rodea el congreso", "Marchas por la libertad",.. y vendido
crecepelo vía vago twiter... o como se diga, evitado el cansado traqueteo de un
carromato far-west, visto que junto a
los ministros no está el ansiado poder -¿qué creía, ¡ay, la fe!, el profesor
interino?- y siendo incapaz de entregar algo de lo vendido, huye -¿a dónde?-
sin el menor sonrojo por las ridiculeces que, tras la palmadita, dicen -de él- dos
féminas de su republicana corte que -solo el primate- nombró albaceas de su sucio
tinglado.
EL ROTO 20/11/2014
Frente a una mar picada por el viento del
este que sembraba espuma salada en la playa, el otoño griseaba el paseo de, ¡qué
cosas!, la Reina Victoria de Santander, en uno de cuyos bancos el activo setentón
daba vueltas al grave daño que en la seria, fatigada imagen del comunismo
español había causado que, ignaro, el Iglesias actual lo mezclara con el
terrorismo -dicen que, parapolicial- del FRAP
y su peronismo sucio, al tiempo que le dolía que el cotejo de ello y su "chavismo" envilecido por Maduro con
"Evita" Perón -¡no llores
por ella Argentina!- convirtiera a España en espectadora, actriz incluso, del ridículo
sainete a que, en homenaje a Hegel, se refería Marx cuando abría "18 de Brumario de Luis Bonaparte" con
la idea de que los personajes aparecen en la historia dos veces, la primera
como tragedia y la otra, ¡ay, Iglesias!, como farsa.
Con el cuello del raído, inapropiado
chaquetón subido, las piernas embutidas en un viejo pantalón, cruzadas con
dificultad y calzado con zapatillas de runner
desfondadas por el uso, jubilado del trabajo asalariado, alejado de la sucia
acción política orgánica por voluntad propia y asco, pero activo, vio acercarse,
poco menos viejo que él, más grueso, de vientre elíptico, mejillas caídas y
barba rala sometida a la presión picuda de una mascarilla, al antiguo camarada laboralista,
ahora trajeado caro, al que saludó agitando sus manos surcadas por torturadas
venas y, sin dejarle abrir la boca, hombre sabio en vivencias sin vocación
didáctica, le soltó una fiera, inesperada perorata que el bozal que dejaba
descubierta su nariz ansiosa de aire no frenaba, “estamos perdiendo a chorros lo que tanto esfuerzo y años nos costó, y
que, digan lo que digan los que lo encontraron todo hecho, no nos regaló nadie…
hay que parar lo que nos viene encima”. Sin sorpresa, le conocía, el recién
llegado contestó rápido en voz baja, “estás
anclado en un pasado remoto”, miró al suelo pareciendo contar superfluas baldosas
mientras sus gordezuelos dedos sobaban nerviosos la correa del elegante maletín
de piel, “no olvides que esto es, con vicios
y virtudes, la democracia por la que tú luchaste. No puedes seguir diciendo lo
que decías hace más de cuarenta años”, respuesta que se atraganta al jubilado
activo, que pasa saliva y, tras algo que parece un hipo, vuelva a hablar, “no lo dudo, todo ha cambiado, en especial
nosotros (...), hace casi cincuenta años, yo no me hubiera sentado, sin
obligación, tanto tiempo en un banco (...), ni la policía, seguro, me lo habría
permitido", breve pausa y nostálgica mirada a un cuarentón que pasa trotando ante ellos, para continuar, "la diferencia es sutil, yo estoy en
este banco... porque me da la gana y tú, entonces más delgado y con tu reciente
-algo más que el mío- diploma de Derecho firmado por "el caudillo" y pegado
a la pared del despacho con cinta aislante, aunque ya te apetecía, no podías vestir
tan caro como ahora, y (…)”, dudando un momento, buscó no ser ofensivo y, falso,
lo fue a medias, “bueno,… pienso que, quizás,
no hubieras querido”. Silencio espeso de dos segundos, que rompió el más
viejo, “¡Lo siento! Ya sabes que te
aprecio, valoro lo que hacías, pero estoy nervioso, esto de ver lo que pasa,
estar aún en el meollo y no contar con las organizaciones de clase es doloroso,
(...) no tengo la suerte de tus actuales
aficiones (…), ya conoces mi extraña relación con el dinero (...)” y, otra
vez, silencio, que ahora quiebra el más grueso, “voy a confesarte algo. Hace días, viendo la televisión, pasé un mal
rato. Daban una película francesa, “Recursos humanos”, me llamó su ofensivo
título, ¡recursos humanos!, obreros asalariados, serea los que ¡perversos! decían
recursos humanos. A medida que avanzaba me aplastó, hacía años que no veía entera
una película nocturna. Era humillación laboral, paro, abusos, corrupta ineficacia
política y sindical, degradación social, injusticia,…, evidencia de que aun hay
clases y, te confieso el mal trago que pasé al recordar a los tipos raros que éramos
tú y yo hace casi medio siglo…, me desasosegó un rato,... pero, por salud mental,
me dije que esto es la democracia y hay cauces (…)”.
No acabó la frase, dudó un instante, colgó
la correa del hombro, sintió un frío que no hacía, frotó las manos, se acercó al
banco, esbozó una sonrisa seria hacia el viejo camarada, le dio una palmada,
cogió la cartera por el asa, alegó un contrato urgente que debía dictar a su
secretaria e inició un lento caminar encorvado, pero no hacia su despacho, sino
a un bar, a un vino, un pincho y soledad que, sucedáneos, aliviaban la angustia
del viejo sin excusas ni afanes militantes que, lento, caminaba
encorvado, elipsis de diferencias con el joven firme que fue en otro tiempo.
El
viejo activo jubilado, solo, habló hacia adentro, “¡Diferencias! Ni con esto de la democracia son sutiles, los beneficios
de los más ricos crecen, crecen,... y, con alarde impúdico, deciden quien
gobierna y quien se opone, derecha e izquierda son lo mismo con leves matices,
hasta que, en residencias o en bancos callejeros, muramos con ese bozal para
masoquistas sumisos que ahora dicen mascarilla... vacunados"; sabe que
ha de enfrentarse, siempre, a un poder insano, un “juego de tronos” que acumula víctimas, le asusta recordar el delirio
paranoico que orden y masas exhibieron
Franco y la Alemania del nacionalsocialismo, le entristece lo del viejo
camarada, añora “el partido” y las Comisiones
Obreras, ¡odia los recursos humanos!, intuye un futuro gris, tenebroso, duda un
instante, se aleja del banco y musita: “¡Conciencia
de clase!”.
EL ROTO 18/02/2015
Mientras
pasea, le repugna cómo huye el de la nueva política e inventaría sus víctimas,
en especial en la izquierda, generadas -explica Canetti- por la ambición de
poder del muñidor de igualdades que tolera el capital, solo esas, larga lista
que incluye las de la cruel mascarilla/bozal, se reafirma, para sumisos
masoquistas, la "ley mordaza"
y la agresiva "patada en la puerta",
violaciones que no escandalizan, las del archivo en la papelera de unas leyes
laborales que dignificaran el trabajo
asalariado y limiten/anulen la plusvalía, las de sus pláticas de matón frívolo
y su uso de las fuerzas de (des)orden público para proteger su casoplón y, bravucón
inane oculto tras ellas, simular valentía física frente a los descerebrados del
lábaru nazi, las de su apoyo al egoísmo nacionalista más sucio, las de los cada
día más -y más vagos- funcionarios y enchufados, las de las leyes de género que
riegan lo que, a partir de él, es desierto erótico y sentimental, las de la deuda
pública, que ya es el 120% del PIB, las del fraude que, para los trabajadores, son
los ERTE y las de la mofa de las pensiones y "rentas sociales", ambas "mínimas",
las del control -por él- de medios y fuerzas de (in)seguridad, las de la "transición energética" que quieren
regalar, ¿a cambio de qué?, al capital que, con el calentamiento, destruye... Sabe
quien piense un poco que, junto a cosas peores, eso es lo que, trufado de continuas
mentiras y crispación estéril, lega, dañino, el prescindíble tipo llamado Pablo
Manuel “Evita/farsa” Iglesias Turrión.
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