124 Los domingos, cavilar
39 Covilación
Jinetes de
apocalipsis
Fernando Merodio
25/09/2020
”Construir es duro y tardo, destruir es simple y raudo (...) Esa noche me asalta la pesadilla del auriga demente que, a las riendas de un carro de fuego tirado por tres caballos caníbales, avanza inexorable. A su paso todo queda abrasado. En dos años casi ha destruido el modesto jardín que había costado 40 hacerlo nacer sobre un desierto moral, Ahora, el desierto crece” (Félix de Azúa. Opinión “Prix Formentor")
Apocalipsis
proviene del griego apokálypsis, 'revelación', el Diccionario de la RAE lo
equipara a "fin del mundo",
"situación catastrófica, ocasionada
por eventos naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total"
y, también, por tal nombre se designa al que, con dudas, es considerado último
libro del Nuevo Testamento de la Biblia, buena literatura profética, con
revelaciones referidas a hechos que, a través de una interpretación cristiana,
remiten al final de los tiempos.
Llevo
mal los anexos de la que dicen "pandemia",
voz nacida del griego, pan, 'todo' y demos, 'pueblo'', ‘todo el pueblo’, que en lo que aquí
ahora interesa señala a ese todo al que -falaces dicen- ataca un virus contagioso
y dañino -en especial- para los vividores del sistema que inventó el capital,
ineptos poco dados a pensar a los que se está desmoronando el tinglado; un
virus que, a los varios meses de ser detectado, aun es desconocido para los -que
dicen- sabios y obliga a rebelarse, en el fondo y la forma, contra el exceso -una
de las causas de lo mal que va todo en este viejo territorio que ocupa un
rincón de Europa- que fue y es la excepcional alarma con que la PSOE-Podemos & Co se ceban, desde
marzo, para no dejarnos ni hablar y, con su 'mercantil-progresismo', suavizarnos usando un severo régimen basado
en su "ley mordaza", ricino
que administra una policía bien uniformada... pero mal formada.
Pese a que amigos me critican que cuando, tras
cavilar, intento explicarme usando -dicen- excesivas citas que, en realidad, son
invitaciones a la amable lectura íntegra de Berger, Amery, Galeano, Agamben,
Roth, Conrad, Sánchez Ferlosio, Steiner, le Clezio,... y de Freud y Karl Marx
siempre, que una mayoría ve, en nuestro país, poco asequibles, excesivos,
insisto y hoy, tenaz, acudo en busca del auxilio de un genio, G.K. Chesterton,
del que alguien dijo que “el mundo sería
peor sin sus libros”, de entre los que escarbo en el que nos recuerda algo tan
evidente -y olvidado-, como que, cuando se quiera atajar un mal, siempre es
preciso el previo diagnóstico -o sea pensar acerca de lo que de él sabemos-
antes de intentar curarlo y, luego, advierte contra la “gran falacia” de que algún urgente o grave problema social o alguna
supuesta dignidad humana pudiera exigir aplicar la cura antes del diagnóstico.
Por ello, frente al auriga de que escribe Félix de
Azúa y sus tres jinetes de caballos caníbales postulo la acción social de plantar
cara a quienes asustan y, en verdad, desde la política y la economía, sirven al
poder real, despreciar sus pompas falaces y, en especial, sus malas soluciones,
agruparse de nuevo para -nosotros- decidir sobre nuestros problemas,
diagnosticarlos y, finalmente, aplicar la cura; no es razonable que la solución
a la grave crisis que hoy ahoga al débil -Manuel Castells afirma que "este mundo se acaba"-, aprovechando
la división dispersa del resto, la den los que, evidentes, antes la generaron;
Chesterton lo explica muy bien en "What's
wrong with the world", 1910, "Lo
que está mal en el mundo", cuando, a fines del siglo XIX, sabedor de que
la legislación higienista contra los piojos obligaba a las niñas, pero solo a
las pobres, a raparse el pelo pese a ser evidente que el mal no estaba en ellas
sino en la miseria en que vivían con sus padres, daba una solución valiente que
mantenía a la niña pobre como eje central del problema,: “Todos los reinos de la tierra deben destruirse y mutilarse para
servirla a ella; a su alrededor la trama social debe romperse y caer; los
pilares de la sociedad vacilarán y los tejados más antiguos se desplomarán,
pero no habrá de dañarse ni un pelo de su cabeza”, magnífico ejemplo de análisis
exacto de la situación, su solución y cómo aplicar ésta.
Jacques Rancière, filósofo, miembro del seminario
marxista “Para leer El Capital”, de Louis Althuser, explica en “El
odio a la democracia” que el hundimiento del sistema soviético y la debilidad
de la lucha social y los movimientos de emancipación han creado la apariencia
de que lo único real es el sacro mercado capitalista y, en torno a él, el “consenso”, técnica del fascio y sistemas
oligárquicos que niega la política y hoy, inicuos, apadrinan la derechona de
siempre, populismos de toda laya y, en especial, los socialdemócratas, pese a saber
que el “demos” es la “gens de rien” y solo hay política cuando el
poder lo puede ejercer “cualquiera”, sin
necesidad de ser rico o miembro de una mafia o partido; vivimos una peligrosa
tormenta -recuerden a Castells y su apocalipsis-
y hay que regresar a los hombres del “western”, a los de Cormac McCarthy, a los valientes que defienden un
mundo fronterizo, a la lucha por fijar, de nuevo, el límite de la ley, la
justicia, lo humano,..., a asear la vieja conquista.
Muy al contrario, hoy nadie mira constructivo, sin
ira irracional, hacia atrás, no hay relación de la ética con lo que aquí ocurre,
ligazón que sería hacer política, algo que ahora impide la “ley mordaza” de Rajoy, de la que (ab)usan
sus denostadores y aplica una excesiva policía que, al querer anularnos, genera
la base para provocar -en el peor sentido- el apocalipsis, la más grave y
dañina pandemia moral, ambiental, social,..., persiguiendo tan solo que no
caiga el sistema y el político pueda mantener sueldos, chalets,… y aparente un
poder que -todos sabemos- controlan otros, mientras canta ufano, cual urraca ladrona,
gazza ladra en la ópera, la burda y horrísona
estridencia de reiterar, cada vez que -con fatigosa desidia- mueve un dedo,
está haciendo historia, oculte que quien escandaliza a todo el mundo por su
-pésima- gestión del virus no es Madrid -sin duda mal llevada pero, ante todo,
víctima del desleal auriga- sino toda España, que, al no generar confianza en
nadie, colabora de forma importante en el grave riesgo de que descarrile el “mendicente”
fondo europeo de reconstrucción, no sepa cómo cerrar la injusta, ineficaz ruina
que hoy son los Ertes, ni sea capaz de hacer que lo de la Renta mínima -no
parece ya tan- vital despegue, calle que en invierno sufriremos mucho, que,
gracias a su egoísmo ignaro, somos el paraíso de la inseguridad jurídica y que,
al tiempo que nos confina a todos, él legisla ilegal, a favor de la corriente
de siempre, no le importe que al estar Iglesias, Rufián y Otegui tan próximos a
Sánchez nos acerquen a todos al apocalipsis,…
Domingo de lluvia, ya no puedo correr y, tan cansado como cuando lo hacía, escucho en “repeat”
a Calamaro: “Te quiero, / pero te llevaste la flor / y me dejaste el florero. / (...) / Te quiero, / pero olvidaste abril / en el
ropero, / pero igual te quiero. /
(...) / Te llevaste la vela / y me dejaste el entierro”, reflexiono
sobre un amor ajeno al romántico, también ciego, que ata a muchos a capital y
mercado y es alimentado por los “progres”
más “progres” de la inquietante mercantil
que, infame y (ab)usando del virus, genera temor con su carro de fuego; acepto
temer -antes que Castells lo dijera- la amenaza de que “este mundo -suyo, mío, nuestro-
se acaba”, pero a diferencia de él, hasta donde llegue, intentaré que se
aplique o, si es necesario, aplicaré el bisturí.
Coda de un comunista que, dentro del PCE, votó no a la
constitución monárquica.- El casual ministro Garzón -huérfano de saber- calla
que aquel PCE de Carrillo votaba sí en masa a la constitución cuyo artículo 117
dice que "la justicia emana del
pueblo y se administra en nombre del
rey por jueces y magistrados integrantes del poder judicial", separando
poderes como Montesquieu, garantía que se quiebra si el gobierno del auriga
Sánchez ningunea al rey a cambio -ambicioso- de los pocos votos que subastan
los siniestros jinetes de caballos caníbales, Iglesias, Rufián y Otegi, afanados
en destruir en meses el "modesto
jardín" cultivado por -casi- todos los españoles durante 40 años sobre
lo que había sido un desierto moral, erial ético que hoy vuelve a evidenciarse;
una acción de gobierno, sépalo el inaudito ministro, que hasta tanto -si algún
día lo hacen- se vote y acepte otra constitución, atufa a golpismo.