88 Los domingos, cavilar
Desvergüenza y oportunidades
Desvergüenza y oportunidades
Fernando Merodio
19/01/2020
"El cambio climático también hay que verlo como nuevas oportunidades" (Titular de El Diario Montañés en su crónica sobre la conferencia "Entendiendo el cambio climático y sus implicaciones para Cantabria", de Iñigo Losada)
"Aceptar el cambio climático es aceptar el fin de cada uno de nosotros individualmente, nuestra propia muerte" (Paul Kingsnorth, autor de "Confesiones de un ecologista en rehabilitación")
El viejo edificio racionalista, Bauhaus, de Deogracias Lastra, que en enero de 1937 se abría como Ateneo Popular de Santander, tuvo como presidentes a Manuel Llano, Luciano Malumbres o el propio Deogracias Lastra y fue disuelto en agosto de ese año por el ejército de Franco, dejó una seria huella en la ciudad, estela que hoy ha difuminado la rancia, fósil, plana actividad del Ateneo -(im)popular- que, a partir de aquel Franco, usurpa su historia y que, un ejemplo, a las 19:30 horas del miércoles, 15 de enero de 2020, abarrotaba su salón de actos -sobre todo con señoras tan mayores como yo- para una charla de Iñigo Losada, despilfarrada herramienta de muda sobre algo tan actual, urgente, mal entendido y atendido como es el cambio climático.
Preludió tal despilfarro el hecho de que el acto se iniciara malamente, dilapidando su credibilidad con la requisa del introito a tan serio y sensible tema por M.A. Castañeda, que desde los más inconcebibles altavoces mediáticos ha sido durante años -y aún lo es- adalid dañino de ese "progreso" que solo es insostenible crecimiento ilimitado, germen de la injusta desigualdad y antropogénica destrucción con el cambio climático.
Lo ratificó Losada al evidenciar condiciones de sabio al servicio de "la causa" cuando cerró taxativo su charla con algo tan chusco y afín al capital más dañino como que "el cambio climático también hay que verlo como nuevas oportunidades", horrible dicho que, con reflejos de siervo, El Delirio Montañés convertía, al día siguiente, en titular que ayuda consolidar la opinión que conviene; tapan ambos con morralla lo más serio que, hasta hoy, se ha dicho sobre la destructiva amenaza del calentamiento global: "¡Hay que cambiar el sistema!", frase redonda, inapelable verdad de la ejemplar niña sueca que, con sus dichos, hechos y seriedad, debiera avergonzarnos a todos.
Recalcó el sabio teórico que el 97% de la ciencia avala que el desastre es imparable, susceptible solo de maquillajes y alargues con nuestra actuación, cambio del sistema, ya que, sin duda, esencialmente es antropogénico, tiene su causa esencial en la descontrolada y destructiva acción humana, por lo que dejar la más leve duda sobre que en nuestra futura actuación pueda haber las oportunidades para "listos" que se anuncian en el final de la cháchara y el titular de El Delirio solo puedo atribuirlo, lo siento, a desvergüenza pues, como explica Sánchez Ron, académico de la RAE, catedrático emérito de Historia de la Ciencia, "no puede haber límites al conocimiento científico, otra cosa son los límites a su aplicación", pues "el riesgo de producir castas -¿les suena?- con aquellos mejor situados económicamente es enorme", llegándolo a calificar como "eugenesia por motivos económicos"
Cambiar el sistema no constituye, evidentemente, un invento de Greta Thunberg. Lo decía hace ya años Enrico Berlinguer, secretario general del serio e influyente, partido comunista italiano, PCI, léase "pichí" con acento, en un potente librito introducido por un prólogo de Julio Segura, ayer responsable económico del PCE y luego Presidente, ¡disparates. que analiza el marxismo con su método dialéctico!, de la CNMV, "Austeridad", 1977, en realidad discurso para una convención de intelectuales en años muy duros, con terror de ambos extremos, que analizaba "la austeridad como columna vertebral de una futura sociedad profundamente alejada del modelo capitalista dominante y de sus desvalores (despilfarro de los recursos energéticos y materiales, consumismo desenfrenado, individualismo alienante, etc.) ". Anticipatorio y evidente.
Digan lo que digan los "científicos" y vocee El Delirio del capital vasco, si en verdad no somos (in)humanos, no hay más que apretarse el cinturón y vivir de acuerdo con el hecho -sobre el que, por progresistas que seamos, no se puede dialogar hasta lograr acuerdos- de que hoy el planeta llamado, por convención, Tierra está colapsado por más de 8.000 millones de humanos, ¡y creciendo!, que, aunque queramos explotar a parte importante de nosotros, todos comen, necesitan vestirse y vivir a cubierto y, aunque mucho menos que lo que ahora hacen algunos, todos necesitan desplazarse algo, por lo que, si no queremos reventar ya y, además, nos parece bien un poco más -solo un poco- de igualdad, tras dar un toque de atención eficaz y serio, no solo palabras, asustar al 1% de Davos, Bilderberg o como quieran llamarlo, habrá que adelgazar, vestir lógicos, vivir con menos excesos, desplazarnos solo lo necesario, utilizar los automóviles y aviones como medios razonables, no compulsivos, repartir bien trabajo, salario, pensiones,..., incluso hasta en Bilbao, como si fueran bienes escasos y nosotros solidarios,... Les aseguro que, no siendo un dinosaurio aunque sí algo mayor, en mi infancia viví -cierto es que algo, no en exceso, privilegiado- en un pueblo llamado Rozadío donde las cosas funcionaban y sobrevivíamos para, algo escacharrados, llegar hasta aquí.
Así pues, veo llegado el momento de no solo olvidarse de "oportunidades" para nosotros, incluso -o en especial- en Black Fridays, sino de impedir -por lo civil o lo criminal- que los listos de siempre traten, a nuestra costa, de aprovecharlas, pues lo que los "losadas" y El Delirio proponen no es cosa distinta de que el capital mal. injustamente, acumulado a costa de robar plusvalías del trabajo del resto, el 1% canalla, las oscuras "Bolsas", el oro, el coltán, la gentuza como Trump, nuestros políticos,... vean esas "oportunidades" cerca y, a costa nuestra, en su beneficio, se aprovechen de ellas.
Frente a espabilados buscadores de "oportunidades" en ríos revueltos, conocidos por todos, dice Paul Kingsnorth, "ecologista en rehabilitación", que "aceptar el cambio climático es aceptar el fin de cada uno de nosotros individualmente, nuestra propia muerte", es el fin de una forma de vida evidentemente egoísta, autodestructiva, por lo que coloca en el inicio del magnífico libro que relata, sin prejuicios, su caída del caballo del ecologismo mas ecocida, feo pero descriptivo neologismo, citas de David Foster Wallace, extraordinario novelista que de modo voluntario puso fin a su joven vida de -supuesto- éxito, "operar con eficiencia en un entorno que descarta todo lo que es vital y humano (...) es la clave de la vida contemporánea" y, para decir de otro modo lo mismo, de Wendell Berry, granjero y escritor USA, defensor la agricultura ecológica y un movimiento agrario de masas, "la mejor forma de servir a la civilización es luchar contra aquello que normalmente se hace pasar por ella".
En paralelo agravándolo todo, el pequeño grupo de politicastros que, entre apretones y prisas sus votantes arramblaron en los saldos, oportunidades del último Black Friday electoral, en el que nos llevamos como presidente al jefe de planta, nos presentan, cada uno a su pícaro modo, enormes carteras, lo único de que, niños, pueden presumir, en medio de la destrucción del imperio de la ley, el fin de la presunción de inocencia a todos los hombres, las alzas de insostenibles pensiones con rentabilidad un 50% superior a la que les corresponde, la cesión ante el 1% que nos desiguala, el olvido de que en Madrid hubo una cumbre sin acuerdos sobre el terrible clima, el entreguismo a Iberdrola, Endesa, Viesgo and Co, causantes del aterrador problema,... y, la mayor novedad, un muy pequeño vicepresidente que, frívolo populista como su adhesiva compañera, confunde ser comunista con arremangarse, llevar vaqueros y las piernas abiertas, parecer el niño abusón del colegio que asusta a la clase a principio de curso para, al final, quedarse, es muy poca cosa, en hazmerreir de todos, pues queriendo quizás emular al aterrador Jack Wilson, Jack Palance en Shane, Raices profundas, acabará haciéndonos -por no llorar- reír de pena al ver su gran parecido con Marty Feldman, el Igor, léase "Aigor", en el Young Frankenstein de Mel Brooks.
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