domingo, 12 de enero de 2020

87 Los domingos, cavilar La era de la información Fernando Merodio 12/01/2020

87 Los domingos, cavilar 
La era de la información 
Fernando Merodio 
12/01/2020 

"Ya sea el macropoder del Estado y de los grupos de comunicación o el micropoder de todo tipo de organizaciones, se basa en el control de la comunicación y la información" 
(Manuel Castells. "Comunicación y poder"

"Esto percibes, lo que hace tu amor más fuerte, / amar bien aquello que debes abandonar pronto" ("Soneto 73". William Shakespeare, citado en "Stoner", de John Williams)


EL ROTO 12/01/2020

Vivimos, ¿alguien lo duda?, malos tiempos en un mundo tan sobrado de información como desinformado es imprescindible reivindicar el derecho de todos a usar los medios de comunicación de masas en condiciones de igualdad, hacer que deben dejar de ser el feo negocio de unos pocos y, lo que es peor, el peligroso instrumento de poder espurio que analiza Manuel Castells, anciano que ahora emerge políticamente, en “Comunicación y poder” al afirmar que éste, “sea el macropoder del Estado y de los grupos de comunicación o el micropoder de todo tipo de organizaciones, se basa en el control de la comunicación y la información”, siendo que parte esencial del mismo radica en la capacidad para modelar las mentes de -casi- todos, por lo que cualquier intento de constituir un contrapoder justo obliga a romper tal monopolio, de modo que Castells cierra su libro llamándonos a exigir un mejor funcionamiento de los mass media y además, pues las redes de comunicación tienen una importante dimensión local, a hacer un mayor uso en el ámbito próximo; debemos comunicarnos, difundir nuestra versión de lo visto y vivido, establecer prioridades y conceptos base, analizarlos, explicar causas y efectos y, como en tiempos de guerra hiciera Chaves Nogales, contar lo visto y vivido “más fielmente de lo que uno quisiera”. 

A tal fin, es, para ir abriendo boca, buen camino utilizar el útil instrumento que es la ley que regula el derecho a exigir a los medios que rectifiquen hechos "inexactos y cuya divulgación pueda causar perjuicios"; una ley de 1984, seria, eficaz, contundente, escueta, de unos tiempos en que, diga lo que diga la desordenada tropa insolvente del insaciable ambicioso de la coleta, que impúdico se remanga como si trabajara, las leyes nacían con ambición de servir para lo que estaban previstas y no eran las inanes cosas que hoy abortan analfabetos funcionales que aparentan justificar su sueldo afirmando que legislan; recomiendo la lectura de la admirable, corta -y no usada, vaya a saber por qué- Ley 2/1984, de 26 de marzo, reguladora del derecho de rectificación.

Da razones para tan escaso como acobardado, miedoso uso de importantes derechos Étienne de La Boètie, 1530-1563, amigo de Montaigne, alto funcionario, autor de un corto panfleto, quince folios en Internet, "El contra uno o Discurso de la servidumbre voluntaria", advertencia moral frente al tirano y, más aun, frente a quienes le siguen o copian, que nuestra cómo multitud de seres capaces se someten, de modo enigmático, al déspota; con ello, La Boètie abre el arcano, lo plantea, no lo cierra, no distingue el poder legítimo del ilegítimo ni alumbra soluciones, pese a lo cual -o quizás por ello- conviene leerlo para, a su tenor, valorar lo que aquí ahora hacemos. 

En lo próximo, la cosa nos viene del periodo que se inicia en 1939, fin de un conflicto (in)civil con muchísimas víctimas de todos lado y, a partir de él, cientos de miles de perseguidos, un período que concluye en 1975, cuando moría en la cama, maltratado por los suyos, un tal Franco, general-dictador que ganó la guerra; con él coexistí 30 esenciales años de mi exprimida, vivida vida y, siendo sabedor de ello casi desde niño, le vi abusar de fuerza e imponer leyes ilógicas que, millones de españoles siervos, vascos y catalanes incluidos, avalaban; fue el general bajito, barrigudo, de voz atiplada y ridícula buen ejemplo de la servidumbre voluntaria que describe La Boètie, más grata para unos que para otros, corolario quizás del miedo invencible de muchos que hizo que, mientras el tirano vivió, solo unos pocos asumieran el riesgo de enfrentarse a él. 

Muerto en 1975 el sátrapa, la mínima oposición y lo más listo de sus muchos siervos voluntarios aprobó una Constitución -dicen- democrática que arrumbó los petrificados Principios del Movimiento y, sin aprender a respetar la ley y luchar por un contrato social igualitario, abrió paso a lo peor de -salvo uno viejo- medrosos partidos, nuevos y novísimos, con gerencias cada día más inexpertas y tiernas, pero muy ambiciosas y telegénicas que, pasado casi medio siglo, vuelven a hablar -diría que con voluntario miedo- del general bajito, el tirano admitido, frente al que, ahora, finge actuar la empresa familiar PSOE que de 1939 a 1975 tomó vacaciones y, con mínimas excepciones, fue voluntario siervo; le apoyan en la pantomima los petimetres que, tras lucrarse de ella, traicionan la, con sus errores, fértil idea del emancipador movimiento en América Latina, al tiempo, que le extorsiona la infinita codicia independentista, más hostil que nunca, un trío al que, con inasumible y torpe lógica, solo se opone la vieja/insoportable derecha patria, mientras el furtivo -¿existe?- marxismo que, con su sola oposición, obsesionó al sátrapa, se pone de perfil ante la historia. 

Tengo ideas sobre lo que habría que hacer y, por respeto a los que sufrieron en su lucha contra Franco, tras la indigna y colectiva servidumbre voluntaria, aun visible, me irrita que junto a los restos del naufragio de la cobarde PSOE, un grupo de penenes ensoberbecidos que, impúdicos, lloran en público por la incredulidad de ver sus peores ambiciones cumplidas y el independentismo insolidario y hostil sean quienes, cada uno con sus opacos -poco colectivos- fines, levanten la pesada losa que cubrió al sátrapa y pretendan dar -otro mal- carpetazo a parte tan humillante de nuestra historia. 

En torno a un vendedor de -malos- perfumes, nos inundan de caros vicepresidentes, ministros, subsecretarios, directores generales, secretarios, asesores, amigos de los secretarios y los asesores, rémoras de toda laya, lobbystas sin regular,...; parece que, tras arriesgados equilibrios para que nuestro esencial futuro energético se empantane entre dos vicepresidencias -una de la PSOE y otra del petimetre llorón jefe- y, así, decidan los -dicen- supuesto- comunista se ocupe, sin competencias del destructor "consumo",..., de modo sorprendente, se dejaron para el final del mercadeo los muy importantes ámbitos de la Justicia, que atenderá un juez-político que, inanemente, se dice para "la democracia", la Cultura controlada por un fiel ex delegado del gobierno y el Territorio -que sobrevuela, ávido, el capital- en manos de una lejana canaria. Si, con el batiburrillo montado, las encuestas dicen que hay satisfacción, es este un momento idóneo para ejemplarizar lo que La Boetiè decía sobre la "servidumbre voluntaria". 

Vuelvo a Manuel Castells y acabo; es un extraño ministro -solo- de "Universidades", algo que me alarma y retrotrae, la vejera, a los tiempos de un infausto amigo de Franco, Manuel Lora-Tamayo, químico orgánico que entre 1962 y 1968, años de estudios -y otras cosas- fuera de Santander, ministro de "educación y ciencia", tan represor en ciertos momentos que, incluso con el dictador, tuvo que dimitir. Castells, sociólogo, ¡uf!, vinculado desde hace años al saber norteamericano, de 77 años, es un hombre inteligente, trabajador, listo, al que seguí en su creación teórica sobre los movimientos ciudadanos y, luego, la comunicación, respecto al que explico que sus varios libros por mí leídos han pasado, salvo en pocos aspectos, a la balda más llena de polvo de mi biblioteca y, siendo experto en su materia vinculado al comunismo antifranquista con escasa, para mí nula, presencia en la primera fila de la política activa, me sorprende y, experto como es en comunicación, me preocupa verle actuar ahora en el gobierno, vinculado a la turbia Ada Colau y los populistas "de izquierdas". 

Intento evitar que, sabiendo que camino hacia la destrucción del planeta, si hubiera supervivientes alguien, a causa de lo que yo haga, tenga que repetir lo que, inteligente y apocalíptico en "The Road", "La carretera", escribía Cormac McCarthy: “Una vez hubo truchas en los arroyos de montaña, se veían en la corriente ambarina donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente. (...) Mapas y laberintos de una cosa que no tenía vuelta atrás; ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio”.

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