74 Los domingos, cavilar
Another Brick in the Wall
Fernando Merodio
13-10-2019
"No necesitamos 'la no educación' / No necesitamos la 'falta de control mental'. / No al sarcasmo oscuro en la clase, / profesores dejad a los niños en paz" (Roger Waters / Pink Floyd. "Another Brick in the Wall" -Otro ladrillo en el muro-)
"Esta mutación convierte en una farsa la diferencia entre derechas e izquierdas. Se trata, tan solo, de tácticas mercantiles para tomar el poder, es decir, el capital, vendiendo identidades."
(Félix de Azúa. "Burla y urnas")
En el "18 Brumario de Luis Bonaparte", Karl Marx, tan difamado como poco leído, ilustraba lo ridículo que era trocar la tragedia en farsa en el devenir de la historia, algo que desde, quizás, una tibia socialdemocracia, actualiza el filósofo José Luis Pardo al explicar cómo la tragedia humana que es la lucha de clases, librada en el desigual e inhóspito campo de batalla que señala el capital, es sustituida hoy por la farsa de populismos que han puesto en marcha diversas, inanes, egoístas identidades, formas de religión que, ya "sean nacionales, de género, de especie, de lengua, de genética, de cultura o de tribu", han roto la tradición política de la Ilustración y las revoluciones que las había sometido al contrato social y la idea de igualdad jurídica.
Agrietada tal vinculación con el contrato social y la idea de igualdad jurídica, en nuestro líquido y pasmoso mundo vale todo, incluso que su egoísmo enloquezca al pobre al tomar decisiones sobre lo que, tras dar un vuelco global al sistema, le exigirán los desastres provocados por el vertido a la atmósfera del CO2 que produce la egoísta y descontrolada generación concentrada de la energía y su insolidario, desigual consumo, llegando a la situación de que alguien al que reconozco mérito olvide lo esencial y para refutar mi -sin duda excesivo- arrobo por ella, arremeta con fiereza contra quien, Greta Thunberg, tiene el mérito de haber situado el problema -efectos, causas y causantes- sobre todas nuestras mesas, con solo el pequeño gasto de una rústica pancarta, "Skolstrejk för klimatet", y unos días de soledad en la gran escalinata del parlamento sueco que, posiblemente por emular la de Odesa, provoca que, como mi amigo, otros muchos utilicen contra ella los cañones del Potemkin del sistema, tan desproporcionados, ilógicos, mal dirigidos que parecen de la CIA, el KGB, las multinacionales del capital o, aquí cerca, El Delirio, con pólvora de acusaciones tan dementes y -con pretensión de- dañinas como que "es un peón del sistema destinado a hacer de caballo de Troya dentro de las familias para destruir cuanto antes la economía del carbono y propiciar el giro a la eléctrica. Sobre todo en el sector de la automoción. Quién va a negar a sus hijos (aleccionado por el conflicto generacional) el cambiar el viejo coche de gasolina por el nuevo de electricidad. (...) es un producto publicitario, tiene toda la audiencia que le proporcionan todos los telediarios nacionales (no es un producto de internet) y tiene el mismo propósito que cualquier producto que aparece de la mano de los media. Hacer publicidad. Al tiempo". Utilizo al amigo, culto y habituado a juzgar, abuso de su paciencia y contesto a los que, como él, no alcanzan a valorar los logros de la niña con carácter "Asperger", le repruebo su exabrupto, lo atribuyo a aceleración, falta de poso, intoxicación, miedo,... y lo veo como claro paradigma de la farsa en que hoy vivimos; otros transmiten cosas aun peores.
Greta señala la luna, dice que -no ella- la ciencia unánime sabe que vamos muy mal y o cambiamos ¡ya! el sistema, la forma de producir, vivir, consumir,..., y luchamos por las ilustradas libertad, igualdad y fraternidad climáticas o vamos -¿sin solución?- hacia un holocausto global, la sexta extinción masiva en el planeta, con el "mérito" añadido de que -unos más que otros- esta vez la causaremos, de modo decisivo, nosotros; me enfrento, a los que, quizás, ofendidos por la osadía de la niña que señala la luna, envidiosos o asustados, dicen que su dedo está sucio, lo que -además- es falso, pues, señala, habla poco y claro sobre la unanimidad de la ciencia -a la que yo, escaldado, pongo más en cuarentena- y dice algo tan evidente como que, repito, hay que cambiar ¡ya! el sistema, lo que de él queda tras haberse derrumbado el contrapeso que fue el otro lado del muro... de Berlín, dice urgente acabar, entre otras cosas, con algo tan ciertamente dañino como la abusiva economía del carbono, sin esbozar que prefiera el vehículo individual eléctrico al deleznable actual o, siquiera, que precisemos aquel, ni copar periódicos y telediarios, ni -me parece- animar a destruir la familia,... Su dedo no señala soluciones, muestra, ni más ni menos, el problema, así que, sea cual sea el fin perverso que sus detractores -bien o mal intencionados- insinúen qué la mueve, me quedo con lo que repite, ¡hay que cambiar el sistema!, conocerlo, ir hasta su fondo y ser, en sentido estricto, radicales revolucionarios o, si parece más suave, cirujanos.
En 1979 se hacía música con letra y Pink Floyd cantaba Another Brick in the Wall, que los españoles, ajenos a los idiomas, no entendíamos, "¡Hey! ¡Profesores! ¡Dejad en paz a los niños! / A fin de cuentas son sólo otro ladrillo en el muro / A fin de cuentas, sólo eres un ladrillo en el muro", crítica en especial con la educación de la época que hoy vemos que -siendo menor que el de la actual- fue un monumental fracaso que nos convirtió en Another Brick in the Wall, otro ladrillo en el muro, víctimas de la "no educación", cuñas de la misma madera, útiles para el poder, o sea, el capital.
El miércoles asistí a una jornada -conferencia/debate- que sobre las "proyecciones" del cambio climático dictó un matemático en el Ateneo -lugar al que, por profilaxis, voy poco-, que, en medio de la farsa global, tomó forma de esperpento al abrirla, con su típica desfachatez, M.A. Castañeda, enigmático presidente del "casino", introduciendo al científico que, con lógica y datos, desmontó su plúmbeo -y siempre servil- discurso sobre "desarrollo" y "progreso", ante un público de viejos como yo, que ocupó media sala, ni un joven o niño, lo que muestra el interés que en organizar el acto puso "el introductor" que, maleducado siempre, huyo de la sala antes de la conclusión.
Modelo de la vida actual, todo el acto fue, salvo la formativa charla, un desperdicio; el experto matemático detalló la unanimidad científica que define que el clima está descontrolado y que a tal descontrol hay que vincular, creciendo exponencialmente, calor, hambrunas, ahogamientos, incendios, sequías, aire irrespirable, océanos enfermos, deshielo, desastres no naturales -tormentas, huracanes, escapes tóxicos,...- vinculados, como las cinco extinciones previas sufridas por el planeta, a las emisiones de CO2, con el "mérito" añadido de que esto es antropogénico, imputable en calidad y cantidad determinables y ciertas a la acción humana y, a tenor de todos los modelos de decisión y actuación futura que elabora la ciencia, nos invitó a -ignoro el alcance que quiso dar a la palabra- una revolución en la generación y el consumo energético, en nuestras pautas de vida, enfatizando, además, que el problema sólo se resolverá si, por supuesto con urgencia, caminamos todos por la senda de la equidad climática.
Junto a otras cosas, Greta Thunberg pide algo tan preciso e ilusamente infantil, como que, pues los dirigentes no hacen nada, la gente "sea consciente de que nuestros líderes nos han fallado", así como de que "estamos frente a una amenaza existencial" y yo añado que, para abandonar la farsa de identidades en que nos tienen empantanados, estudiémoslo, hagamos frente el serio y urgente problema y no permitamos que los culpables, el capital, cuyas técnicas tan bien analizaron Marx y Lenin, finjan querer abordar su -solo para ellos- solución y al resto nos sigan llevando hacia un terrible holocausto universal; tan grave es la situación.
David Gilmour/Roger Waters/Pink Floyd que, con precisión de orfebres, cantan nuestra condición en su "just another brick in the wall", con "Wish you Were Here", "ojalá estuvieras aquí", nos legan un emotivo canto al recuerdo de algo que dio forma a su vida, a una sensible amistad, parte importante de ella, es el canto de un deseo al que ahora debiéramos, quizás, aferrarnos todos y remar para redirigir el horrible viaje al corazón de las tinieblas en que, los mismos de siempre, nos han embarcado.
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