73 Los domingos, cavilar
Anticapitalismo
Fernando Merodio
06-10-2019
"Hace 40 años que nos dicen que no hay alternativa al modelo que impone el neoliberalismo. Nos cuentan que es imposible imaginar un mundo distinto (...)" (Arno Bertina)
“Este es un momento de la historia en el que todo aquel que tenga algo que aportar (...) debe hablar sin reservas. En un lenguaje claro. Da igual lo incómodo o lo poco rentable que pueda resultar. Debemos cambiar casi todo en nuestras sociedades” (Greta Thunberg. Foro de Davos. 25/01/2019).
Son las 6:00 y, en el camino que lleva desde mi vivir familiar, en la que siento y pienso lo más importante, hasta el artefacto que mi palpitante y asqueroso trabajo de buscar -sin éxito- Justicia me impone para intentar explicar mi caos de ideas a una mínima parte del resto, me cruzo con cientos de jóvenes -y, correcto, jóvenas- en situaciones que no invitan al menor optimismo. Pese a ello, ¡ahí va eso!
Anti-capitalismo es, para el diccionario de la RAE y el saber popular, "contrario al capitalismo", o "sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción, en la importancia del capital como generador de riqueza y en la asignación de los recursos a través de los mecanismos del mercado", o "conjunto de capitales y capitalistas, así como su influencia y poder en la sociedad", modelo que impone unos valores: lucro -propio-, -injusta- propiedad privada de los medios de producción, competencia -ficticia- y -desbocado- crecimiento económico.
Así pues, ser hoy anticapitalista no es defender el régimen soviético de Stalin o las diferentes versiones del chino o el de los jemeres rojos de Camboya,..., ni estar en contra de los beneficios colectivos de un desarrollo y progreso lógicos, sino, solo, estar en desacuerdo con que tales valores -lucro, competencia, propiedad privada y crecimiento, en la forma en que hoy definen lo que sus difusores dicen neoliberalismo- determinen -para deteriorarla- la vida en la sociedad humana, a partir del hecho de que todo ello, en esencia egoísta, no puede ser base de una sociedad que impulse igualdad legal y libertad personal y, además ahora, el respeto a la naturaleza, cada uno podrá llevar su anti-capitalismo hasta donde vea oportuno.
Hoy, tras la que llaman "caída del muro del Berlín", el neoliberalismo capitalista condiciona todas las economías del planeta, siendo tan acreedor de sus -cada día más escasos y menores- éxitos como responsable de sus muchos fracasos, obvios en la explotación y el saqueo de territorios y recursos por los mismo siempre, las guerras, crímenes, catástrofes,... que han sido precisos para consolidar la desigualdad -el abuso de unos sobre otros- que hoy define la vida en el mundo, eso que los más desalmados de los sinvergüenzas llaman "desarrollo" o "progreso", un mundo en el que para más de 3.000 millones de seres humanos su día a día de todos los días consiste en trabajar, en condiciones inhumanas, de sol a sol no para vivir, para no morir de hambre, en lugares en que, como la República del Congo, la esperanza de vida está en 41 años.
Todo ello, bastante para ver que el capitalismo, sistema o "conjunto de capitales y capitalistas, así como su influencia y poder en la sociedad", es radicalmente anti-igualitario e injusto y está en profunda, insoportable, odiosa crisis con alcance global, alimentaria, económica, financiera, ecológica, migratoria, energética,..., ni siquiera roza nuestro insaciable egoísmo personal, lo que nos impide ver que la causa y origen de tal crisis global es la -egoísta lógica- del capitalismo, la máxima ganancia propia en el más corto plazo, sin que importe el costo para otros, ahora sin el contrapeso que, en su día supuso el -mal- llamado comunismo, que en su construcción no usó bien los sólidos cimientos filosóficos, culturales, económicos,... de las ideas de Marx y Engels, el llamado marxismo.
Pero hoy nos altera un hecho novedoso, el muy alarmante calentamiento global vinculado al muy moderno e indiscutible saber de que a las alteraciones naturales que estudian paleoclimatólogos, se ha unido que a partir de la revolución industrial, hace unos 300 años, el hombre genera la irrupción brusca, antropogénica, de la aportación artificial de CO2 a la atmósfera con el incontrolado uso de los combustibles fósiles, carbón, petróleo, gas natural, junto a la deforestación que produce la frenética expansión de las tierras de cultivo y pasto y el desaforado y especulativo crecimiento urbanístico que ha supuesto/impuesto lo más puro y duro del capitalismo.
Se trata de una realidad -elevación de la temperatura en el planeta- y una génesis científicamente indiscutida -la acción humana- que, como tan detalladamente explica David Wallace-Wells en su libro "El planeta -cada día más- inhóspito", con la licuación de los hielos perpetuos y el insólito crecimiento de hambrunas, pandemias, plagas. migraciones, incendios, huracanes, inundaciones, sequías,.., ha certificado el fracaso de todos nosotros, del género humano, en la gestión de los recursos naturales y el cuidado de la supervivencia de la propia especie.
En tal situación, ha sido Greta Thunberg, niña de 15 años, armada con una tosca pancarta fabricada por ella, sentada -en principio- sola en la imponente escalinata del parlamento -una única cámara- sueco la que, por fin, situaba la grave amenaza en el epicentro de todas las miradas, hecho llamativo que demuestra la flagrante evidencia de nuestra gravísima (i)responsabilidad; lo ha hecho con la aplastante sinceridad de quien convive con un síndrome de Asperger, mutismo selectivo que la hace no hablar por hablar, vivir en un mundo en que predominan lo blanco y lo negro, un escaso interés por participar en la ficción social,..., hasta afirmar que, pues es necesario, procede "cambiar el sistema" que ha generado y -cada día más- agrava el problema, actitud que provoca dos reacciones tipo, la de los descerebrados que en "delirantes" páginas regaladas de periódico, tras negar relevancia a la influencia humana en lo que nos pasa, limitan su idea del debate a llamarla "repelente nena", "profeta apocalíptica", "adolescente mal educada", "chavalita excéntrica", "imbecilidades que la nena proclama", "señorita chillona",... y la de los, más ladinos y peligrosos, que admitiendo la decisiva antropogénesis en nuestro problema se limitan a pedir, por considerarlo injusto, que no se produzca un "deslizamiento hacia el -peligroso- anticapitalismo", punto en el que recuerdo que fue el capital el que hizo que Lumumba en el Congo, Allende en Chile, Mossadegh en Irán, Sarkana en Burkina Faso,... fueran asesinados por el ejercito mercenario del neoliberalismo que tanto defienden sus paniaguados.
La pasiva, cómoda y cobarde actitud de una mayoría remite a las conocidas y -para el bien general- muy dañinas tesis que explica "El gatopardo" o el fracaso que implica el muy triste final del film "Novecento" o la estupefacción que provoca el hecho de que, salvo lo dicho por la seria y valiente niña sueca que, dice J.M.G. Le Clezio, premio Nobel de literatura, "habla para ella, para su generación pero también para sus hijos y (...) para la Tierra entera, en su preciosa y frágil belleza", de la reciente demagogia exhibida en la ONU no va a quedar absolutamente nada que no sea la criminal pretensión de que mientras los Sánchez Galán, Florentino Pérez, Ana Botín,..., causantes del peor mal, seguro, están habilitando lo preciso para sobrevivir, continúen conduciendo al resto hacía la evidencia de un cruel genocidio universal.
No es una obsesión, los medios son parte del mal y produce vergüenza el lavado de imagen diario que El Delirio facilita a quien, durante decenios, fue inquisidor y, con apoyo en una extraña universidad privada embutida en el político Parque Tecnológico, predicaba ayer a toda página con ridícula foto que "necesitamos que siga existiendo buen periodismo para no ser intoxicados". Es muy llamativo y exige cavilar sobre ello.
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