domingo, 8 de septiembre de 2019

69 Los domingos, cavilar Peligrosa hipocresía colectiva Fernando Merodio 08/09/2019

69 Los domingos, cavilar 

Peligrosa hipocresía colectiva 

Fernando Merodio 

08/09/2019 

"(...) se disuelven en el aire los escenarios complejos. Todo va alcanzando su nivel masivo de simplicidad. (...), la meta es el aprobado general (...) A los de mi quinta -suya y mía- se les ofrece un mundo dirigido por gente en traje folclórico". (Félix de Azúa) 

Cuando el control manipulado de la información lo bloquea todo, Stephan Lessenich, sociólogo alemán, trabajador inteligente, lo ve y, sincero contra corriente, lo revela, al enfrentarse hace quince días a lo correcto y denunciar en El País que en la que dicen "sociedad occidental" el bienestar de los ciudadanos "se hace a costa del trabajo esclavizado y el expolio de recursos naturales en países lejanos (...)", pues además de en la lacerante desigualdad grabada en todas partes, el falso "progreso" que es orgullo de canallas se cimenta en "la extracción de minerales y plantaciones industriales en otras regiones del mundo, el trabajo de 150 millones de niños (...), la destrucción indiscriminada de la selva tropical" y, por ello, "no hay una producción y aún menos un consumo ingenuos en Europa"; es firme signo de los tiempos, la injusta desigualdad que apuntalan los siervos del capital que engorda con ella. 

De tal modo de actuar de capital y vasallos cuyas patrañas ayudan a consolidar la injusta desigualdad, tenemos fastuoso ejemplo en una página completa de publicidad encubierta -búsquenla, vale la pena- en El Delirio Montañés del viernes pasado que encabeza un grosero/afrentoso adagio a cuatro columnas, "Sólo los diarios profesionales garantizan una información veraz", que explica lo que sobre el periodismo de aquí ahora perora M. Á. Castañeda, fotografiado anacrónica y simbólicamente junto al presidente de Editorial Cantabria, negocio que, ¡intuyo por qué méritos!, le mantuvo durante 31 años como director/defensor de los postulados y, sobre todo, intereses de los dueños del vetusto periódico del obispado, luego de gentes de UCD y hoy a cara de perro del capital, en especial vasco. 

El mismo injusto usurpador del fundamental derecho de todos a la información -es sólo como tal que le analizo- que hace muchos años, cuando con la muy joven Rosa y dos niños muy niños, ilegales el PCE y aquellas Comisiones Obreras y con los pistoleros fascistas asesinando abogados que les molestaban, mostró profesionalidad, fue valiente a mi cuenta y riesgo e hizo méritos delatando mi nombre y apellido, junto a los de otros dos, diciéndome miembro de un despacho que, según él, habría abierto el partido comunista -incierto, pues fuera cual fuera mi militancia política, el bufete era de aquellas Comisiones de entonces- en la calle Castilla, 11, ¡imaginen el escándalo en una ciudad como ésta!, el viernes se atrevía a decir que "desde el momento en que se transmiten informaciones descontextualizadas, sin los datos precisos, lo que genera no son noticias periodísticas, sino meras conversaciones entre personas que carecen de los conocimientos y las técnicas precisas para garantizar que el lector, el receptor del mensaje, pueda obtener una visión real de lo que se quiera relatar" causando, como en aquel caso, riesgo y daño a inocentes, lo que de modo radical coincide con la línea que El Delirio mantiene en cualquier tema difícil, político, social, económico,... del que yo haya sabido y/o intervenido, generando siempre, y eso es lo más relevante y criticable, injustos efectos dañinos para alguien y favorables a sus intereses de parte. 

Es el anterior hecho cierto que todo el que haya defendido posturas o intereses opuestos a los de un medio conoce; nunca te darán la razón,..., ni te dejarán opinar. 

Critica, además, con torpeza M.A. un concepto no muy usado al que, ¡casual!, me había referido yo en mi última "cavilación", el "periodismo ciudadano", al que identifica exclusivamente -para confundir o confundido él en su incultura, ¡vaya a saber!- con el actual, salvaje e incontrolado uso de las redes sociales, a las que -porque le roban un "cacho"- dice odiar. 

Pero, sin duda, odia aún más el auténtico "periodismo ciudadano", para el que en junio de 2012 pedía protección el Relator especial para la libertad de expresión ante la ONU, como expresión que constituye tal periodismo -no otros- de los revolucionarios Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, que reconocían a todos, no sólo a M.A. y sus "profesionales", el concreto a recibir y -esencial- transmitir información por todos los medios, para poner freno, limitar el insaciable y salvaje monopolio ejercido por el poder que utiliza peones sin conciencia y siniestramente abusones de lo ilícito; un derecho de todos que, transcurridos 230 años desde la Ilustración y los jóvenes revolucionarios Marat, Danton, Desmoulins, el incorruptible Robespierre,... y su guillotina, tan lejanos a los españoles, continuamos reivindicando. 

Se trata de un periodismo, el que tanto molesta a M.A., democrático, participativo, público, de "guerrilla", callejero,..., pegado a hechos que quienes los vivieron y viven narran ajenos al cómodo y poco riguroso "corta y pega" de insatisfechos plumillas sin derechos laborales, mal pagados... y, a pesar de ello, sumisos. 

Sin duda quien, como miembro de una corporación profesional postfascista y con apoyo del capital, se considera -y lo dice sin pudor- titular del peligroso monopolio de un derecho fundamental de todos ignora que el 3 de noviembre de 1789 la Asamblea Nacional francesa, entonces auténtica representante del pueblo, promulgaba la revolucionaria Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano -el 5 de setiembre de 1791 Olympe de Gouces, una adelantada, redactaba la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana- con apoyo en los principios de la Ilustración, a partir de varias propuestas de Mounier, La Fallette, Robespìerre, el Abate Sieyès,... y votándose finalmente los 24 artículos propuestos por el 6º Bureau -Distrito- de París, el Barrio Latino, los Jardines de Luxemburgo, Nôtre Dame,..., aprobándose 17, entre los que el 11º decía, ¡hace 230 años!, que "la libre comunicación de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del Hombre -¿ves M.A.?- y, por consiguiente, cualquier Ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, debiendo responder -muy importante- del abuso de esa libertad en los casos determinados por la ley", ejemplo de, no como ahora, lo fino que hilaban los ciudadanos compañeros del abogado Robespierre, a los que, con todos sus defectos, nunca agradeceremos bastante lo que, jugándose su joven vida, hicieron por nosotros, al contrario que ahora Sánchez, Iglesias, Trump, Bolsonaro, Johnson, Macron & Cía. 

 

No es necesario añadir nada para definir la abusiva perversión que, aquí ahora, padecemos a manos de sujetos como la "indescriptible" estrella de esta "cavilación" que también seguro ignorará que en 1940 se creaba en Colombia Radio Sutatenza para propiciar la educación contra el analfabetismo y, poco después, en Bolivia emisoras sindicales más politizadas, llegando medios como ellos a estar presentes en más de 100 países, coincidentes por lo general con aquellos en que los propulsores del "progreso" que tanto ama M.A. impunes matan a los indígenas que, retrógrados, se les oponen, unos medios que, pese al formal apoyo de la ONU, el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo,..., son frenados, como todo el mundo sabe, por las presiones de todo tipo que ejerce el capital, el 1% más rico que prefiere, ¡cómo no!, su monopolio corporativo a los emocionantes riesgos de la libertad que, al contrario que ellos, trusts impunes, sería valorada por los ciudadanos libres y, de ser preciso, castigada por tribunales justos. Es la alcanzable utopía del futuro. 

Lo explica muy claro arriba, en mi exordio, inteligente, culto septuagenario hastiado, Félix de Azúa, quienes pueden se esfuerzan intentando alejarnos de los frondosos, bellos, apasionantes y humanos escenarios complejos y llevarnos a despeñaderos sin otro mérito que la fatua simpleza del vacío, ayudados por lacayos y políticos folclóricos que no hacen nada que no sea amarrarse fuerte a sus poltronas y -altos- sueldos, al tiempo que pretenden engañarnos calificando a todos nosotros con un aburrido, cómodo -y falso- aprobado general; peligrosa hipocresía para vagos y cobardes.

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