Lo cotidiano.103
De mi “modus operandi” y Rosa
Fernando
Merodio
11/05/2025
Mi personal forma de luchar
contra la re/opresión. “Modus
operandi””, es expresión latina que fija en castellano/español
-y otras lenguas- un actuar genérico o el modo logístico, científico, jurídico,
profesional,..., de hacerlo una persona/grupo, siendo tal modo tan prístino en
mi caso que, salvo los siete felices, plácidos años de mi Rozadío natal en que,
junto a mi padre, el Sr. Merodio, y mi única maestra, doña Gloria, me di forma,
se caracteriza, hasta hoy, por ir, de distintas formas, “contra corriente”, siendo muestras de ello el brusco trato físico
que, a los pocos días de llegar a Santander, con apenas 7 años, di a otro niño,
luego militar, en el colegio urbano -no mi escuela de pueblo-, un niño que
creyó -error de la fe- fácil burlarse de mi “cantabru” abisal y sus “úes”
finales o, 4 años después, la patada al salesiano que -con faldas- quiso
hacerme daño, patada que me costó -con mi cuadro de honor bajo el brazo- mi
primera expulsión del “sistema”, siendo
la segunda, otra vez con un lapso de 4 años, por reprobar, delante de toda la clase,
que un tal Bernabé, rector, desertor del arado en Cilleruelo, Burgos, humillara
-su familia pagaba muy poco- a un becario en tiempos grises en que los “de pago” entrábamos al colegio por el
simbólico paseo de la gruta de -decían- una virgen, mientras los gratuitos, otra
clase, lo hacían por Canalejas
El Roto 06/05/2025
Así fue siempre, ¿y los que enchufan? ¿y los
enchufados? ¿y los electrocutados por fallos?
Acaso, no siempre tuve yo
razón, pero lo cierto fue que esa segunda expulsión del “sistema” por poco afable “modus
operandi” me llevó al laico, oreado instituto Santa Clara y, un año después,
al “Preu” en Madrid, donde aprendí a
vivir solo, leí a los “heterodoxos
españoles” de Menéndez Pelayo, supe lo poca cosa que eran nuestras plazas y
provincias en África, filosofé sobre la persona humana y la personalidad, me
aficioné a Kierkegard y, como Camus aprendí del fútbol jugando en el equipo del
Hogar Montañés y yendo, no a “misa”, al tercer anfiteatro del Bernabéu,
no franquista, en que, a vista de pájaro y ¡por 13 pesetas, 0,08 €! cada 15
días veía -quedamos muy pocos- a Di Stéfano, Puskas y Gento y empezaba a exigirme,
político, actuar contra Franco por lo que al tiempo que estudiaba -casi nada- Ingeniero
de caminos y los menos de 3 años usados para aprobar -facilón- Derecho -mi
padre me decía que los ingenieros lo hacían en el tren-, me acerqué al rocoso, épico
y -poco- marxista PCE.
A la derecha, arriba de
todo, de pie, disfrutaba, con 16 años, a Di Stéfano, Puskas y Gento
Entonces, desde fuera de
aquellas -mis- cosas, lo iluminó todo Rosa -19 años, yo 20-, gata madrileña,
estudiante de Derecho, pequeña, inocente, alegre, positiva, guapa y, sobre
todo, buena, desbordante de bondad, que no sé qué vio en mí para cambiar su
vida y, con ella, la mía hasta hace unos meses, suavizar mi áspero “modus operandi”, renunciar a Madrid y a
la asesoría de La Unión y el Fénix, donde
-por supuesto- ganaba mucho más que yo, para venir a Santander a ayudar
entonces al Sr. Merodio y, al tiempo, gestionar -con amoroso éxito- la sociedad
familiar -desdeñada por miserables- que creamos ella y yo y a la que, muy
pronto, se unieron dos hijos, sin dificultar que, arriesgado entonces, no ocultara
ser del PCE y, con mi militante
fuerza de trabajo y 500.000 -muchas- pesetas, también suyas, montara la sede en
Santander de -aquellas, no éstas- CC.OO. y tuviera -al tiempo que ella formaba,
seria, dos niños- mil ásperos pleitos -ni uno rentable en dinero- contra el
peor poder, de los que, en dispar lucha, ganamos varios serios, al tiempo de
vivir una vida en que, sensible e inteligente, cambió -lo que pudo- mi “modus operandi”, consiguiendo que, en 58
años juntos, no hiciera nada que, pese a perder -desiguales- muchas peleas, no
perdiera la guerra y, otra vez, me expulsaran por evidenciarme, como soy,
excesivo, logrando en medio de la vorágine profesional/política que fue aquello
pulir mi -repito- áspero, distinto “modus
operandi”.
Trajimos -y lo siento- “esta” democracia: multitudinario
entierro de los “abogados de Atocha”
Fuimos, no lo duden, una
lógica -no esa cosa fofa, líquida de ahora- pareja de seres reales -uno mejorable-,
dos amantes que hacían su camino al andar, iban y venían, vivían con placentera,
satisfecha fatiga lo que durante tantos -60 casi- años fue su vida hasta que, dañada
ésta por una salud -amigo José Ramón, médico, me decía que “es un estado pasajero y no presagia nada
bueno“- que, hace 10 años, empezó a racanear con un feroz cáncer de
próstata y el traicionero, brusco, ladino síndrome compartimental que el “sistema”, menos que nada, tras causarlo,
calló, a lo que -más cruel- siguió el sádico deterioro cognitivo fronto-temporal
que dañó a Rosa, demencia senil de la que, pese a ser tan habitual, se desconoce
todo, exigiendo mi atención diaria, única, de años, freno a la exigencia de un
trato juicioso, menos que profesional, en lugar del doloso silencio con que taparon
el -para ellos- fútil síndrome, prueba del fraude del -dicen- “welfare state” y lo injusto que es con quien
se gana, peleando, un respeto, al que, por contra, condenan al olvido, mientras
los -dicen- neurólogos, ignaros de lo que -tan habitual- padecía Rosa, alardean
de que en el huero, nimio, caro hospital con nombre -no franquista- de negrero,
con un simple análisis de sangre -¿ellos?- preverán, años antes de declararse,
la demencia/alzheimer, así que, ante tanta
petulancia ridícula, vuelvo a mi viejo, sincero, eficaz “modus operandi” y, sin autocensura, digo, a la espera de respuesta,
que sería bueno que, en lugar de tanto “sabio”,
hubiera una medicina pública con más profesionales sin ínfulas (pre)ocupados
por prevenir, diagnosticar, tratar y cuidar, callados, ¡uf!, la salud y el
bienestar.
Flavita Banana 04/05/2025
Es lo que hay, lo que, como muchos millones,
padeció Rosa, casi todos los cables, pantallas y gráficos son -entiendo- falsos,
sobran corruptos y “especialistas” y faltan probos médicos como la mía, por lo
que, ya en el tramo 80 pero fuerte en el viejo “modus operandi”, se lo debo pagar.
Coda.- Falleció en su cama, en su casa, a mi lado, muy sana a sus 77 años, cuando, tras agotar sus neuronas, no hablaba, ni andaba, ni -quizás- me conocía y la ciencia y esa cosa que -aquí hoy- es el vicio que encarnó Fouché y dicen política, se esforzaron en negar -¿por mi agrio “”modus operandi?- ayuda a su cruel dependencia y, pese a que hace 9 meses es -solo- ceniza y ejemplo, ni la ignara/corrupta alcaldesa y su obscena troupe, ni los que liban el dinero del ICASS, ni los jueces y fiscales que, lentos y -algunos- ineptos y cosas peores, no imparten Justicia, arrumbándola en los cajones del profundo sueño de los (in)justos, como en mi otra guerra -hasta hoy- legal contra molinos, Sánchez, Ribera/Bacigalupo, Revilla/Media, el soso influencer jurídico Valcarce, El Delirio Montañés, sus -solo- escribidores, el resto de los medios, los ágrafos que dicen legislar, Iberdrolo, Saandero, Endeso, Repsolo, Edpo,…, gigantes -con cerebro enano-, no debieran relajarse, pues, como lo supo Rosa, sé que fue cierto y justo lo hecho a quien intentó burlarse de un niño de pueblo o al cura que, con faldas, pretendió hacerle daño o a aquel Bernabé, rector nacido en Cilleruelo, que quiso humillar a un débil o todo el resto, así que, siempre junto a ella, en la terraza desde la que -gata madrileña- miraba cada día la bahía de “su Santander”, me exijo volver, con más saña, al viejo “modus operandi” y, por ella, pese a pensar que, tan buena era, no la gustaría, ¡lo hago!
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