Lo cotidiano 77
El Estado
Fernando Merodio
09/11/2024
Siempre
pensé que, tras sufrir faraones, soberanos diversos, monarcas, noblezas de
distinto pelaje,…, todos ajenos al interés general, tras la llamada Paz de Westfalia, en realidad tratados de Osnabrück y Münster,
firmados allí el 24 de octubre de 1648 para poner fin al devastador período de
la guerra de los Ochenta Años entre
España y los Países Bajos y la de los Treinta
en Alemania y, en especial, tras ideas
revolucionarias como las del Bill of Rights
británico de 1689 o las francesas del
final del siglo XVIII, el Estado era forma política de gobernar una comunidad de
intereses, con potestas para ello, ejerciendo
funciones políticas, sociales, de orden público,… en un territorio geográfico
cierto, con instituciones dotadas de auctoritas
que velan por el bien común, mediante el monopolio del ejercicio de funciones
esenciales en él, un poder que se decía provenir, sin intermediarios, del
pueblo, lo que le facultaba para, en exclusividad, aprobar leyes para la
convivencia en el territorio, controlar con ellas a los ciudadanos y también, ¡delicada
cuestión!, la fuerza violenta, policía -Ley
mordaza- y ejército que, dicen, garantizan la seguridad de todos, fijar la
relación con otros Estados, procurar el bienestar a su población mediante
servicios como educación, protección civil, salud, pensiones, seguridad…, servicios
que, según cómo ejerza su potestas el
Estado, son mucho, poco o nada prestados para -y por- sus elementos constitutivos:
población, territorio y gobierno.
¿Alguien
tiene claro y acata, de verdad, esto?
También
dicen por ahí que, si tal Estado pretende ser de Derecho, debe someterse a las normas de una Constitución, Carta Magna
pactada aplicable a todos, de modo que cualquier conflicto social, político, jurídico, de orden público,…
sea afrontado con sus reglas, bajo la -bien definida- potestas estatal, con respeto a la igualdad, derechos y deberes de
unos ciudadanos que serán evaluados
en igualdad, con un baremo jurídico único por instituciones nacidas de tal Carta Magna que, repito, vincula a todos,
ciudadanos, instituciones y Estado ¡Uf, qué complejo es esto de la Ley y el
Estado, sin siquiera haber rozado el espinoso tema del resbaloso gobierno, sea éste
cual sea.
Pero, una vez más, yo estaba errado, lo anterior es solo
teoría, bella/falsa teoría y, al analizar qué pasa aquí sin atender a campañas subsidiadas
de medios a favor/contra unos u otros -me duelen en especial, parte de mi vida
pasada, las de El País y la Ser-, veo que el Estado es filfa y, sin duda,
no es de Derecho, leyendo, ¡ay que engorro!, la Ley 36/2015, de Seguridad Nacional y la 17/2015, del Sistema de Protección Civil; la primera base “sobre la cual una sociedad puede desarrollarse, preservar su libertad y la
prosperidad de sus ciudadanos y garantizar la estabilidad y buen funcionamiento
de sus instituciones”, siendo tal Seguridad
Nacional “acción del Estado -no de
mínimos entes egoístas, inanes que, lúgubre, Sánchez dice nacionalidades/naciones,
Cataluña, Euskadi, Valencia, Galicia,…, incluso Cantabria- dirigida a proteger la libertad y el bienestar de sus ciudadanos, a
garantizar la defensa de España, sus principios y valores constitucionales (…)”,
Seguridad Nacional sin regulación
legal íntegra hasta tal Ley 36/2015, en
la que, como dicta la más pura lógica, se atribuyen las competencias y deberes
más serios al Estado de todos, no a los egoístas, pequeñitos gobiernos de facciones/taifas,
mientras la segunda, la del Sistema de
Protección Civil, encarga prever, anticipar riesgos, planificar cómo
afrontarlos, intervenir y recuperarse de ellos, con la “coordinación, seguimiento y evaluación del Sistema para garantizar un
funcionamiento eficaz y armónico del mismo” ¿Imagina alguien a los de, sea
cual sea el turno, los mínimos territorios egoístas haciéndolo sin llorar, bien?
Para eso se otorga potestas
al Estado, que no debe huir a gatas culpando a una ultraderecha que en la
-tan lógica- irritación de Valencia no cabía en lugar preferente, como tampoco
había espacio para escraches que, salvo contra ellos, tanto placer daban a quienes
decían poder… y se enriquecieron, no habiendo nadie que siquiera intente llevar
esto bien para todos o, al menos, aplique con rigor la Ley de Protección Civil
que, sin fijar responsabilidades personales que habría que depurar, crea órganos
-que no sé si funcionan- y asigna, con lógica inapelable, el poder total en una
catástrofe al Estado, que tiene potestas,
medios, información, competencia en todo el territorio -la dana, depresión aislada en
niveles altos, gota fría, además de a Valencia, afectó a Cataluña,
Castilla-La Mancha, Andalucía,…, a todos- y, con reiteración -quien dude, lea
la Ley- en este caso concreto, lo hace al MITERD,
a la Confederación, a Teresa Ribera, desaparecida
sin combate, peligrosa que la Plataforma
ha denunciado ante la UE, y al huido
ministro de Interior, Juez obcecado en inventar gentes que (no) golpearon con
un palo de escobón o cepillo para arrastrar el agua y el barro que no empuja el
Estado, ni (tampoco) rompieron el cristal del coche al que huyó a gatas; no hay
posible polémica, la catástrofe de
Valencia -y otros lugares- debe afrontarla, si lo hay, el Estado de todos, con
el ejército -en vigilada tarea solo civil- a tope y no inanes mini-Estados que,
por solo egoísmo, quieren destruir aquel Sánchez, los parásitos que dicen “sumar” o “poder”, el ridículo, cobardes golpismo catalán, ufanos albaceas de la
sangrienta ETA, los que han recogido mucha fruta del movido árbol común,…
Así, sin ninguna gracia para
quien lo ha sufrido, nos ve el humorismo gráfico francés y español
El que tiene barba intenta actuar como Estado y el que
huye a gatas se aferra al gobierno
Coda bíblica para -muchos, dispares- abyectos.- Lo tomo,
tal cual, de la trilogía “Into Their
Labours”, “De sus fatigas”, del
poeta, novelista, teórico de arte, marxista,... John Berger: “Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis
de sus fatigas”. Juan. 4, 39.
¿Qué les voy a contar que no
sepan… y soporten con cuajo?
El Roto 05.11.2024
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