sábado, 31 de agosto de 2024

Lo cotidiano.67 Albadas Fernando Merodio 31/08/2024

Lo cotidiano.67

Albadas

Fernando Merodio

31/08/2024

Las albadas son tradición popular con origen en la Edad Media, vinculadas al nacimiento del día, expresión poética o musical de las más variadas emociones que, inspiradas por su autor o intérprete, acaban siendo referencia cultural para muchos y, de generación en generación, adquieren un serio valor simbólico y sentimental para quienes la entonan.

Siempre tuve una vida estable, pero agitada, a veces mucho y, por ello, de mañana, al levantarme temprano suelo entonar, para dentro, la albada más adecuada a mi coyuntura y hoy cuando, tras un anuncio de años, la vida me ha golpeado muy duro, lo más duro que podía, de madrugada me refugio en una Albada de Labordeta, de la que elimino sus referencias al revillesco terruño, tan ajenas a mí y, más aún, a mi dolorosa aflicción -si no te gusta, José Antonio, lo siento y, dialéctico, ya sabes, ¡a la mierda!-, acudo a su “Adiós a los que se quedan / y a los que se van también” y entono en voz queda “(…) la albada del viento / la albada del que se fue / que quiso volver un día / pero eso no pudo ser”, albada que, además, es “guerrera” y, con cándida ilusión, llama a -pocos pero quedan- los “compañeros” animados “a comenzar la jornada”.

¿Qué es lo que hoy sólo, triste, tóxico, con asco y mientras el cuerpo aguante hago al escuchar las “albadas guerreras” que Labordeta cantó desde los parlamentos? Pienso que, tras que Sánchez el Malo, ¡valiente!, sacara de Cuelgamuros sus huesos, Franco sigue vivo y, como otros antes, él sigue con saña la eterna misión bíblica de elegir -e imponernos- lo bueno para si mismo, Begoña y su obsceno serrallo; lo de siempre.

Así pues, seguiré, por supuesto, demostrando, por ahora solo con la Ley, los políticos y jueces de “ellos”, lo que miente El Delirio Montañés, difusor de falsos éxitos de los Iberdrolos, Banco Santander, otros y sus cucarachas, blatodeos de aquí que ayudan -es ya su fracaso de 15 años- a intentar destruir las montañas que importan un bledo a los de las cazurras albadas locales; no es solo un arduo logro social, un inusual triunfo en asunto serio del simple querer sobre el cruel poder, es, sobre todo, el colosal placer personal de pensar haber hecho, como intento siempre, lo que había que hacer, mientras esperamos que el TSJ de Madrid dicte una sentencia muy fácil que, vete a saber por qué, parece atascada o el TSJ de aquí salga del barullo jurídico en que, en tema tan claro, nos tiene metidos.

También intentaré ayudar, en lo que precise, al melancólico amigo gallego de Anllo Pequeno que, sin saber bien qué era eso, se enfrentó a que una panameña  rica -dicen-, negocie, ocupe y ponga un candado a la cancela del largo camino que, niño, le llevaba cada día de la casa de su padre, un serio cantero, a la escuela, a través de un hórreo, la rectoral, de la que la panameña compró un trocito, el cementerio, la iglesia,… y, amigo Sancho, ¡ha topado con ella!

Parte del camino que intenta usurpar la panameña, con la cancela al norte

Sin duda, haré más cosas que irán cayendo, pues, para quien quiere, siempre hay trabajo aunque se sea viejo… entero y se tenga claro que, por ejemplo, urgen acciones contra el ultraje que es lo de la dependencia municipal, su inepta, ansiosa alcaldesa/diputada regional y la tropa que no respondió a las mínimas peticiones de ayuda para Rosa postrada en casa, lo que, pienso, merece valoración, castigo y cambio de regidora y las formas de actuar del inepto funcionariado de los servicios sociales municipales, metafórico verdugo de los dependientes, de los que se burla usando sus lógicas protestas de víctimas del injusto sistema para insultarlos y pedir, con mayúsculas, “Reconocimiento peligrosidad servicios sociales ¡ya!” -¿y más sueldo?-, infamia perpetrada, con la ilícita, cruel aquiescencia de sus jefes, con ilegales libelos burocráticos que, humillando al resto de ciudadanos, desde hace meses pegan, junto a recortes de prensa, en las más escondidas paredes de la casa de todos, en un pasillo trasero de difícil acceso que, anejo a la policía local, los oculta tras 5 puertas siempre cerradas de despachos en los que pocas veces hay alguien, todo ello en el ayuntamiento de nuestra pobre ciudad que, en vez de asumir que su cruel ineptitud abandona a los necesitados y no hace nada en su ayuda, se burlan de los que, de verdad, sufren.

Uno de los ignominiosos carteles “sindicales” pegados en Servicios Sociales, fotografiado con un smartphone prestado

Coda sobre albadas.- ¿Es lógico, o no, entonar algo guerrero al despertar la mañana?

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