77 Los domingos, cavilar
Santander no
es, solo, un banco
Fernando Merodio
03-11-2019
“Estamos en el
firmamento / entre billones y billones de
galaxias / y billones y billones de estrellas / (...) / millones con la misma
evolución / nacidos de las cenizas de estrellas muertas” (Ernesto Cardenal.
"Estamos en el firmamento")
“(...) producto de un turbo-capitalismo llevado al extremo (...),
mientras el país está deshecho y la economía por los suelos (...), todos
estamos en el psicoanálisis de la identidad”. (Eduardo Mendoza, refiriéndose a su país, Cataluña).
Está de moda
y voy a cavilar un rato sobre mi identidad vinculada al territorio, a un borde
de la ciudad que dicen la marinera, la del viento sur, borde suburbano/rural en
que hace 73 años yo nacía, a los 15 justos de ser proclamada la II República un
14 de abril, el martes siguiente al domingo 12 de unas elecciones locales en
que, con menos votos totales, en las urbes se imponían candidatos republicanos,
¡floja victoria!; iniciaba mi andadura en ese borde urbano -rural entonces-, cuando,
como hice yo luego hasta los 7 años, mis padres vivían laborando en Rozadío,
asidos al río Nansa, daba mis primeros gritos en la casa con huerta de Fernando,
mi abuelo, en la Fuente de la Salud, barrio -casi pueblo- de Cajo, junto a la finca
psiquiátrica del Dr. Morales, al oeste de Valdecilla, Sur de Cazoña, este de
Campogiro, y, en línea recta, a un corto agradable paseo de los juncos y
arenales del Barrio Pesquero; casa familiar con huerta, conejos, gallinas,...
que mi abuelo, ferroviario, usó con cariño y que, muerto él, fue expoliada a mi
abuela -por lo que costaba la entrada de un piso en Fernando Ateca- para
construir, decía el "régimen", viviendas para adeptos -de la vida de
mi abuelo y la mía propia se aprovechó una cooperativa de alféreces
provisionales, familias numerosas o algo así-, para iniciar lo que hoy es chapuza
dormitorio: Cazoña.
A partir de
ello y de que la identidad puede ser un conjunto de notas que ayudan a distinguir
a una persona o grupo del resto, la personal me define, con hechos, idéntico solo
a mí mismo y me marca como hombre, rústico-urbano, proletario por ancestros,
burguesito por economía paterna y (de)formación "escolapia", apátrida
social por ideas y, pese a nacer en un borde, entonces rural, ciudadano de Santander,
adornado, eso sí, por lo mucho que, en siete importantísimos años de infancia,
me regaló Rozadío.
Más complejo
es fijar mi identidad cultural como miembro burgués ¡de Santander!, algo que, casualmente,
fui, cruzado por tradiciones, creencias, valores, economía, clima, paisaje,...,
hasta manías claramente condicionadas por la asfixia de un entorno ciudadano
que, ¡vaya Ud. a saber por qué!, se imagina más, mucho más, de lo que es; salvo
el natural, sin mérito personal alguno, paisaje que por norte, oeste, este y
sur nos rodea y el privilegio del clima, lo cierto es que en lo que en tal entorno
afecta, quizás culpa de un devastador incendio y la rapiña de quienes abusaron
del daño del fuego y los negros tiempos, sólo encuentro, con muy leves rarezas,
incomodidad, falta de juicio, fealdad y signos de malas pautas de vida social;
Eduardo Mendoza, catalán, triste coyuntural, decía hace días que "Barcelona
es un producto turístico, diseñado para pasar cinco días, no más" y
aquí es aún peor, excepto lo natural aún no destrozado, Santander no ha pensado,
así de inútiles somos, ni siquiera su diseño.
La
revillesca Cantabria del lábaru facha,
pese a mi cariño a una infancia vinculada a la u, avergüenza, aparte corrupción, altos sueldos para adeptos y el
bochorno de la TV, quisiera saber una cosa, una sola, que haya hecho Revilluca
en los años que, desde que vivía Franco, lleva amorrado a la fuente de la que
mana el dinero público.
Mi identidad
personal/cultural me define idéntico sólo a mí mismo y es, pues, urbana con sedimento
rústico, de burguesito por economía paterna y (de)formación escolapia devenido a proletario y social/culturalmente
desclasado por convicción.
Me gusta ir
al Muelle y tras disfrutar su belleza a ras de mar, doy la espalda a la bahía y
su verde montañoso fondo, pierdo de vista la vergüenza Botín/Piano y paso a ver
las pretenciosas mansardas del Paseo Pereda que tapan el poco habitable,
caótico mogollón que hay detrás, sin alcanzar a ver, por fortuna, la ladera
norte del lomo de la ciudad, en el que vivo desde hace casi 50 años -¿cuándo
será Paseo del Alta en vez de, "liberador liberticida", General
Dávila?-, hiriendo mi vista, siempre, la abusiva e ilegal apropiación en primer
plano del vuelo/cielo que, en vida del dictador exhumado, perpetró, ¡uf!, el
banco que, una vez robado el nombre de la ciudad, ahora quiere, con, al menos,
la complicidad de políticos, funcionarios, burgueses,..., eliminar el derecho a
debatir, ¡algo que odian!, y decidir qué es cultura, progreso, arte,...
Es
cuestión mayor, no solo de
estética opinable o influencia cultural infame, quiebra del Estado de Derecho,
humillación a una ciudad dormida que obliga a poner sobre la mesa, si es
preciso violentos, el peso que Max Weber atribuía a los valores, sabiendo que,
escribió Claudio Magris, no es preciso “hacer alarde de ellos", basta que sean visibles
en el día a día, pues no es lógico ni ético que sociedad, cultura, arte,... los
acalde el capital, botín de pocos, ocultando que él no habla de valores, solo
es precio, lo que exige recordar que, como escribió George Steiner, agitador
intelectual: "Si no encontramos otro ideal, el dinero acabará con
todo".
Ya lo he escrito antes, Enrico
Berlinguer fue secretario general del PCI y defendió "definir
una política de austeridad con contenido de clase, transformadora y por tanto
revolucionaria, que genere una dinámica tal de cambios que, a medio plazo,
resulte inasequible al propio capitalismo”; austeridad, idea muy rica a la que, ya, la quiebra provocada del
planeta exige dar vida y, ajeno a ello, el banco que robó el
nombre a la ciudad nos exhibe un despilfarro que lave su sucia imagen y, en
lugar de destruirlo, troque en museo propio un edificio que es gráfico símbolo
de la usura y, sin informar ni debatirlo de verdad antes, incrementar la rapiña
de cielo y vuelo en la calle Martillo, cegar a los de detrás, para exhibir -lo
que él dice que es- arte y fingir, el capital, que recuperará para todos el
planeta que -en su solo beneficio- él ha destruido.
Es un poder acatado como absoluto que, en el
mejor territorio, nuestro patrimonio, tiró dos contenedores, túmulo, pirámide -digan
lo que digan los más laxos tribunales- radicalmente ilegales, con su apellido
inscrito en el frontis para recordar quien manda y allí cerca ahora también desde
el banco con nombre de ciudad y feo arco franquista, una pesadilla, ilegal/alegal,
difundir su ponzoñosa idea falsa de que "cultura" es lo que -en su
solo beneficio- decide el capital.
El contenedor/túmulo, su plan, trámites
complejos y fin único eran lo que El Roto explica en una viñeta en la que, en penumbra,
una figura entrega un papel a otra y ordena: “Páseme a legal este atropello”, dotar de apariencia lícita lo que el
31 de julio de 2010 anunciaba en seis páginas El Delirio Montañés, que 1) modificarían los usos públicos del
Muelle Albareda, 2) implantarían un edificio ilegal/ilógico y 3) regalarían
espacio y uso, con un sucio pacto previo del dinero y tres Administraciones, con
elementos de los tipos delictivos de la prevaricación, cohecho, omisión del
deber de perseguirlos, tráfico de influencias, fraudes y exacciones ilegales,
desobediencia, negociaciones y actividades prohibidas a los funcionarios,
alteración de concursos y subastas,..., que, como ocurrió en el juicio del procés con la rebelión, no vio inteligente Marchena; ahora se
está iniciando, donde el arco facha, igual fraudulento trámite.
Sabido lo de su Ciudad Financiera, los 2.000
millones de euros evadidos en la guerra, los trapicheos en paraísos fiscales y
con obras de arte,..., en medio de un estentóreo y totalitario silencio
mediático, fiscales y parlamentarios europeos, Urtasun, Urbán,... -mientras
aquí lo callan los de Pablo Iglesias- investigan desde 2013 al omnipresente banco
y otros por "el mayor fraude fiscal en la historia de
Europa", ¡55.200 millones de euros!; está claro, pues, que quien
se opone a su abuso no se enfrenta solo a cuestiones de identidad.
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