sábado, 2 de agosto de 2025

Lo cotidiano.116 De barricadas y guillotinas Fernando Merodio 02/08/2025

Lo cotidiano.116

De barricadas y guillotinas

Fernando Merodio

02/08/2025

Hechos ciertos importantes. Han pasado ya 236 años desde la toma de la Bastilla, inicio de la Revolución francesa y, aunque moleste, hito político que hizo -un poco- mejor el mundo -que dicen- occidental y, además, acabó -de aquel modo- con la monarquía y modificó el enfoque de la política, por lo que me hace sentir nostalgia, incluso envidia, del tiempo en que -yo al menos- sin miedo, a imagen y semejanza de los franceses, nos enfrentábamos al -término revolucionario- ancien régime de Franco vivo -no a sus huesos que hoy acaldan los “valientes”-, régimen del que, demediando a Alexis de Tocquevilla, borramos -algo de- totalitarismo pero repusimos -yo voté en contra y hoy no lo tengo tan claro- una ilógica monarquía light, sin más aristocracia que, siempre, la del capital como acumulación irracional, abusiva de dinero y la de los malolientes, inútiles amorrados a la política; los franceses de finales del siglo XVIII cambiaron su ancien régime encarnado en la monarquía absolutista de Luis Capeto, Luis XVI, legándonos en tal acción tres o cuatro conceptos esenciales: la asamblea, del verbo assembler, armar o reunir, que aquí hoy, tras mínimas, clandestinas reuniones llenas de humo -algunos no fumábamos-, ceniza y pérdida de tiempo, con el progresismo buenista, ha decaído, en Congreso… sin diputados, la “barricada”, estorbo repentizado con bolsas de basura, muebles, adoquines,… que, burgués, eliminó Haussmann sustituyendo el intrincado callejero parisino, útil para huir de las policías, por amplias, asfaltadas avenidas, que facilitan perseguir a los insurrectos e, icónico, el artilugio del doctor Guillotin para separar cabezas y troncos usando una afilada cuchilla diagonal que, cayendo desde lo alto con rápida violencia entre dos guías paralelas, golpea el cuello del reo, usada en Francia hasta el 10 setiembre 1977, hace bien poco, siendo también conceptos agitadores, el “terreur”, del que Robespierre, jacobino “incorruptible”, decía que. "solo es justicia rápida, severa e inflexible" y la “bureaucracia”, “poder de la oficina” que, ¡uf!, exigiría otra revolución.

Muestra de la cabeza -sin tronco- del ciudadano Luis Capeto, el rey Luis XVI, a las 10:00 horas del 21 enero 1793, en la plaza de la Revolución, hoy -lenguaje perverso- de la Concordia,

En España, 1933, tiempo oscuro que hoy los más necios añoran al ser, en cierta forma, similar al actual, con el título “Marcha triunfal” la revista “Tierra y Libertad” publicaba “¡A las barricadas!”, vano afán libertario en busca de igualdad, traducción de “Warszawianka”, la “Varsoviana” que en 1885 había compuesto el polaco Wacław Święcicki para alentar la lucha obrera: “Negras tormentas agitan los aires / nubes oscuras nos impiden ver, / aunque nos espere el dolor y la muerte, / contra el enemigo nos llama el deber. / El bien más preciado es la libertad / hay que defenderla con valor y fe. / (...) / ¡En pie pueblo obrero, a las barricadas! ¡Hay que derrocar a la reacción! / ¡A las barricadas! ¡A las barricadas! / ¡Por el triunfo de la Confederación!” y; sin que hoy ya nadie se sienta obrero, el bien más preciado sigue siendo la libertad que busca igualdad, deber más que derecho, cuya sola defensa me hace ponerme a -ya que, achacoso, no puedo correr- andar lento y volver a plantar cara a las distintas policías y a quienes las usan en defensa de que, lógica causa del miedo a ir al supermercado, los grandes usureros del Ibex35 incrementen un 11,8% sus beneficios.

Blanco y negro o color, grises o azules, las policías no cambian con(tra) los de las barricadas

Dijo Savater, antes de ser deportado, por -solo- ideas, al ostracismo, que lo que define al ser humano no son sus instintos, ni siquiera sus genes, sino la posibilidad o disposición para decidir y ejecutar actos transformadores de él o su entorno; siendo ello lo que le define, puro ejercicio de la “libertad” que influye en la realidad y la convierte en algo distinto a lo que es si él no actúa, haciendo que sea éste, sin duda, un buen momento para pensar en ello y ya sin, como hace años, poder correr por correr un tramo largo, andar un rato y, en la viva soledad final, volver a leer a James M. Cain, autor de “El cartero siempre llama dos veces” y envolverme, otra vez, en su “Love’s lovely counterfeit”, “El amor es una deliciosa falsificación”, que en España dicen, vete a saber por qué, “Ligeramente escarlata”; historia de cualquier ciudad, la Poisonville de Red Harvest, Cosecha Roja, primera novela de Dashiell Hammett y su agente de la Continental o nuestra bella, insípida Santander, con su prostituido nombre arrastrado por el más avaro, cruel capital, ineptitud, corrupción, estériles elecciones, políticos,…, sin que suene el latido del amor, deliciosa falsificación, sustituido por lo zafio de la historia, ofensiva en esta época cheli de abusivo exceso, de que algún progresista ecléctico, invitado por un banquero y un político a una orgía a ciegas con mujeres, a los dos minutos, incorrecto detenía el jolgorio con un fuerte grito de queja y sorpresa: “¡Organización!, ¿eh?, ¡Organización! Ellas diez, nosotros tres, dos minutos y ya me han dado por allí seis veces”; abuso,  exceso, cansancio, edad,… y risitas flojas que, cosa de la eterna represión, provoca rijoso el sexo, muy alejado del Franco Battiato de antes y la “Prospettiva Nevski”: “Un viento a treinta grados bajo cero / barría las desiertas avenidas y los campanarios. / A ráfagas heladas de metralla, / desintegraba cúmulos de nieve / y los fuegos de la Guardia Roja encendidos / para echar al lobo, y viejas con rosarios”, sé también que “con mi generación pasé el invierno” y que con el “cine de Eisenstein, por la revolución, / estudiábamos cerrados en un cuarto, / con débil luz de velas y candiles de petróleo” sabiendo, por último, que “mi maestro me enseñó / cuan difícil es descubrir en la penumbra el alba”.

Coda sobre una teoría de excesos. Un día, hace ya mucho tiempo, creí, ¡la fe!, en una (im)posible Justicia y decidí ser abogado sin saber bien qué era eso, animado por un argumento fundamental, usarlo como garrote contra los sabidos “malos”, idea a la que luego sumé otras de un libro de Anagrama, “Estrategia judicial en los procesos políticos”, Jacques Vergès, y de la película, “El abogado del terror”, Barbert Schroeder sobre Vergés, que, a los 30 años y tras verse reflejado en un matón parisino de poca monta, se dijo "ese tipo soy yo" y cambió al Derecho y a ser amigo juvenil del camboyano Saloth Sar, después llamado Pol Pot, a defender a la argelina Djamila Bouhired, que luego fue su mujer, a los primeros palestinos que secuestraron aviones, al criminal nazi Klaus Barbie, a Carlos "El Chacal”, a los Jemer Rojos,..., poniendo su inteligencia y fuerte lógica -dicen que- perversa al servicio de deslegitimar toda idea de que hay Justicia; lo que quizás explique que, aún vivo pero cerca del punto y final, yo aún guarde -en algún íntimo grupo de neuronas- un cierto pudor sobre por qué no es mejor la defensiva, limpia barricada que la ofensiva, justa, sucia guillotina.

Pienso -y lo lamente- que me voy a marchar sin atreverme a dar, en voz alta, mi respuesta