El capitalismo agoniza
Fernando
Merodio
El capitalismo agoniza en
la crisis de su estructura, agotado, exprimido, el sistema injusto se
desmorona; igual que contradicciones ciertas mataron ayer lo que, sin serlo,
llamaron comunismo, hoy el capital insano se ahoga en el abuso. En España es
obvio, por ejemplo, que la banca es, ha sido siempre, exceso de un arcano,
usura, criadero de carcoma, las cajas son ulceras de corrupción política, no
hay Justicia, la Administración es cara burocracia inútil, siete mil parados
más, siete mil dramas, cada día, la construcción es ruina que provocó la
codicia insana de delincuencia admitida, el turismo pasado, el automóvil un
cadáver causa de muchos males, el resto de la industria aire, lejana a lo
humano,... Miente quien anuncia recuperación milagrosa en unos pocos meses,
igual que miente quien no avisa que hemos agotado lo que llaman progreso, que
el consumo loco resulta inviable, que no consumir traerá nuevos cierres, los
cierres, lógico, mayor paro y ese mayor paro reducirá ingresos y abultará
gastos en el seguro de jubilados, incapaces y parados; miente, pues, quien no
advierte del riesgo que corren sanidad pública y pensiones. Europa es ruina
vana y estamos iniciando un viaje hacia lo incierto inexplorado, travesía dura
en la que lo más grave es que nuestro guía es el codicioso y voraz apetito del
banco, con apoyo en la incapacidad, mentiras y dolo de sindicatos y políticos,
viaje insolidario en el que, si optamos por que así sea, no solo se hundirá
nuestro “nivel de vida”, inevitable, sino que moriremos muchos, no lo duden.
Debemos conocer que miente y traiciona el que, informado, no advierte cada día,
y nos repite que debemos instalarnos, ya, en el decrecimiento y además, aun más
urgente, organizarnos. Definía una situación así de grave Nathaniel Hawthorne
cuando, a mediados del siglo XIX, escribía que “el abismo es simplemente uno de
los agujeros del pozo negro que hay debajo nuestro”.
Karl Marx pronosticó
exacto la crisis estructural del capitalismo, analizó su debilidad moral,
económica y política, vio el final del sistema injusto en la pérdida de la
autoridad que la degradación de la Revolución francesa y un contrato social
trucado habían otorgado a instituciones políticas corruptas y la clase
dominante, la capitalista.
El individuo debe aprovechar hoy el desplome de la estructura
injusta para demolerla, pues el marxismo posterior a Marx ha explicado que la
capacidad de ser inmoral y hacer daño que tiene la estructura débil es
infinitamente superior a la del individuo, por lo que, como dice Jean-Paul
Sartre, la elección moral no consiste en elegir ser bueno, sino elegir un mundo
bueno y hacer lo necesario para dejar de ser cómplices del “sistema de
crímenes” que anida en la estructura que ahora se derrumba.
Walter Benjamín explica en
su Tesis V sobre el concepto de la Historia que “la lucha de clases que tiene
ante sus ojos el materialista histórico educado en Marx es la lucha por las
cosas toscas y materiales, sin las cuales no hay cosas finas y espirituales”, pero
recuerda que éstas “están vivas en esta lucha en forma de confianza en sí
mismo, de valentía, de humor, de astucia, y su eficacia se remonta en la
lejanía del tiempo”. Un juez lo explicaba exacto el domingo en este periódico,
de otro modo, al recordar al Mao que decía que una chispa es capaz de incendiar
una pradera.
El fin de semana
reflexiono, acudo a la novela negra, de la que dijo Wittgenstein que tiene más
vida que un ensayo, releo a Jim Thompson, “1280 almas”, el sheriff Corey
empeñado en apartar de su camino al que le incordia, oigo bajo “Tannhäuser”,
coro que ensayé de niño y, melancólico, me afirmo en una vieja idea, mía:
mientras haya fuerza, hay que correr, aunque sea lento.
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