domingo, 14 de mayo de 2023

271 Los domingos cavilar Izquierda, derecha y viceversa Fernando Merodio 14/05/2023

271 Los domingos cavilar

Izquierda, derecha y viceversa

Fernando Merodio

14/05/2023

 “(…) derecha e izquierda no son conceptos absolutos, sino históricamente relativos, solo dos maneras de catalogar distintos ideales políticos, (…) ni únicos ni siempre los más relevantes”. (Norberto Bobbio. “Destra e sinistra. Razones y significados de una distinción política”).

(…) en cualquier caso, no sé cómo podremos sobrevivir sin poner en duda el capitalismo y sus principios. (…) Si no se produjera ese cambio, preparémonos para lo peor (…) Las peores distopías nos parecerán agradables al lado de lo que podría suceder” (Virginie Despentes).

La práctica leninista del marxismo, de forma radical, marcó diferencias entre derecha e izquierda y, por ello, ha sido la nefasta/progresiva degradación de tal revolucionaria práctica la causa de la actual dificultad, casi imposibilidad de definir términos, tan manoseados por la política como los de aquella distinción, si bien, como hace Norberto Bobbio citando a Dino Cofrancesco, considero lógico afirmar que “la liberación del hombre del poder injusto y opresivo sigue siendo quid de la cuestión de la izquierda como ‘categoría’ política”, mientras a la derecha preocupa la consolidación, la “defensa del pasado, de la tradición, de la herencia”, de lo existente, por lo que su situación actual hace que Marcelo Gullo, argentino cercano al populismo de la que aquí ahora, restando, afirma “sumar”, asegura que  "la izquierda actual es un caniche al servicio de la oligarquía financiera"; asentada en el -llamado-liberalismo, no confundir con “liberal” o “libertad”, que se identifica con la dudosa figura del Estado de ese Derecho que elabora el peor poder, actual Estado del malestar que, tras la caída del muro de Berlín, modela, solo, el poder del capital y su gran logro, el “capitalismo”, sistema socio-económico levantado sobre la entrega por rendición de la propiedad privada de los medios de producción -salvo los no rentables- al capital, ficticia creación de “ellos”, pocos, como forma de dividir al resto y regular las relaciones laborales que, sin la exigible resistencia sistémica de la colosal mayoría, antes masa organizada, hoy mercantiles/partidos y sufragados sindicatos, perros falderos del amo, fija mediante “su mercado” el precio, ajeno al real valor, que paga por la fuerza del trabajo que, a partir de la naturaleza, es único instrumento real para, en libertad, generar riqueza; volviendo a lo de derecha e izquierda, en una portada del citado libro de Bobbio las dos son gafas de chapa, madera o cartón que, por ello, impiden ver, difiriendo solamente en que, en lugar del cristal, en una hay pintura azul y en la otra roja.

 "Los diferencia el color de la pintura"

Edgar Morin, filósofo, 101 años, aún publicando libros y memoria viva de la izquierda que caracteriza por tres reivindicaciones, la libertad anarquista, la idea socialista de una sociedad mejor y la solidaridad comunista de todo el género humano, sin fronteras ni banderas, libertad, mejora social y solidaridad que la emergencia climática exige ampliar a la naturaleza, al planeta entero, siendo, hoy, ideas que el progresismo populista/peronista muta en caridad para que quien haya perdido la guerra sistémica coma, se endeude comprando una vivienda, piense que, en el futuro, tendrá pensión, crea que le ayudarán si es dependiente, imagine que mejora la cruel desigualdad injusta, no vea que la sostenibilidad del mundo, primada ahora con multimillonarios subsidios, sigue en las garras de nuestro real enemigo, el 1%,…, mientras él, Morin, apoyado en las fuerzas de la vida, aún referencia intelectual de la vieja izquierda, única, hace “retroceder al espectro de la muerte”, al tiempo que está “angustiado ante el futuro de la humanidad”, pues “no caminamos hacia un mañana brillante”.

 "101 años y, aún, la izquierda"

Simplificando y para aproximarnos al análisis actual de lo de derecha e izquierda, espero que nadie sensato dude que vivimos en un monolítico mundo de -casi- nada discutido capitalismo, sistema socioeconómico y, tras ello, político asentado en la -muy valorada- propiedad o, al menos, control usufructuario privado de lo sustancial público por el capital que, para Marx, no es dinero que alguien guarde para, alegremente, gastarlo, sino introducido en las relaciones laborales productivas para obtener con él la ganancia consistente en la desigualdad entre el valor de la fuerza del trabajo y lo que se paga al trabajador por ella en la creación de productos que luego lanza al mercado, diferencia de valor entre lo producido y los salarios que Marx denominó plusvalor, supervalor o plusvalía, de la que, ayudado desde afuera, se apodera el dueño de aquel capital, el capitalista que, con su explotación del trabajo de otros, genera la llamada acumulación  de capital, que es preciso combatir; vuelvo a Marx, con la socialización, la propiedad colectiva de los medios de producción a fin de evitar que genere y se adueñen de la plusvalía individuos que, al vender lo producido, lo convierten en capital reproducido, sino hacer que vaya donde se posibilite su posterior uso colectivo, huyendo de ese -para unos pocos- útil mercado que, de modo artificial, fija el valor de las cosas que se venden y compran no solo en función del trabajo social necesario para su producción, sino también -y especialmente- de un interés arbitrario, previamente establecido por él que tal producto, casi siempre condicionado por una necesidad ficticia, despierta en quienes puedan tener interés -otra arbitraria creación de ese mismo mercado- en comprarlo, distinguiendo así el valor de costo objetivo para producir un objeto del subjetivo valor de cambio que se le genera tras ser puesto en el mercado; no hace falta ser marxista, ni siquiera un astuto lince para entender que de la forma en que se gestione todo ello dependerá el mayor o menor grado de injusta desigualdad básica generado, sin necesidad de pensar en la que, brutal, genera el “mundo civilizado” en, por ejemplo, África, por lo que es lógico el acuerdo con lo dicho por la escritora argentina María Sonia Cristoff, que, tal como está planteado en la actualidad, “el trabajo es la dominación espantosa, la derrota total”, dominación y derrota que no se resuelven con las limosnas de Yolanda “Evita” Sánchez.

"¿Quién es quién?

Evidencia la creciente distancia que, respecto a la izquierda, hay entre ayer y hoy la que hay entre el combativo, histórico, justo grito que, respecto al atropello USA, tan bien expresó Carlos Puebla, “Yo de inglés sé poca cosa,  / Solamente hablo español, / Pero entiendo a los pueblos cuando dicen: / ¡Yankee go home!”, de la servil coba del caniche/jefe de planta de la Moncloa acudiendo, liberal-progresista, a la caverna oval del capitalismo para, en muy poco más tiempo que el usado en el encuentro de segundos en un pasillo, rendir pleitesía al inestable -para lo que hace, da igual- abuelo al que el capital finge enfrentar, con “espadas láser” de juguete -¿quién es Darth Vader?- a Trump, ofreciéndole, sin consultarnos, a toda España como arma de guerra en macarrónico, -¡pobre Carlos Puebla!- inglés: “El mundo necesita un presidente de EEUU que esté comprometido con (¡) buenas luchas como hace usted y puede contar con España para ello”; aclaro que, pues hago política y no voto, no me concierne.

"Ni más ni menos"

Frente al peligro que supone la escasa fiabilidad del caniche me refugio en la seria solidez de los 101 años y la cachava de Edgar Morin que, desde su expulsión en 1954 del PCF, se declara “independiente de cualquier partido” y, siempre en la izquierda, insiste en “revertir la hegemonía del beneficio en todos los ámbitos donde sea posible”, “sustituir progresivamente la agricultura industrializada por la ecológica”, “recuperar el sentido de la solidaridad”, “insuflar vida a los servicios públicos”,… y, muy crítico con Rusia y Putin, al contrario que ese Sánchez, adulador de Biden, sabe que en la actual guerra, ya sin la URSS, “no está claro por qué Ucrania pide el monopolio sobre Crimea”, que el conflicto afecta a “una región extremadamente rica en minerales que comenzó a ser industrializada por la Rusia zarista a finales del siglo XIX”, que fue “Stalin quien la hiperindustrializó” con “gran parte de ingenieros y obreros de origen ruso” y es consciente del injustificable papel de los USA -¿qué pintan allí?- en una guerra con el nuevo imperialismo ruso a la que arrastró a la OTAN, sobre lo cual, 101 años, el filósofo ha escrito un disidente libro, aun sin traducir, “De guerre en guerre: de 1940 à  l’Ukraine”, de izquierdas, ajeno a la mainstrem, la corriente que hoy domina.

Libertad, búsqueda de una sociedad mejor, internacionalismo humano, complejidad molesta,… es la izquierda que se enfrenta a la cómoda, servil, conservadora derecha.

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